miércoles, 24 de noviembre de 2010

Diario de una profesora actual

Son las siete y veinticinco de la mañana, el reloj de la cocina amenaza con seguir marcando las horas en sus manecillas plateadas y la casa sigue patas arriba.

Un café bebido, una ducha helada que me ha dejado los pelos del cogote todavía de punta mientras recojo la carpeta con los apuntes, las fotocopias del comentario de texto, y los exámenes a medio corregir. Ya tengo casi todo, pero no lo encuentro.
Busco el boli rojo que no sé dónde lo meti ayer.

Recuerdo vagamente haberlo tirado contra el mueble al intentar corregir un exámen. Ponía que "Felipe III de España y V de Alemania era el pibe aquél que se construyó una choza en el Escorial, mató a no se cuantos sarracenos y les sacó hasta los ojos".
Al menos lo de los sarracenos lo cogió el chaval, pero ¿de dónde narices se sacó que era tercero de España y al menos quinto de Alemania?. ¿Qué mecanismos llevan a esas mentes a mezclar lo que les dí masticado ayer y luego, por si acaso lo saqué en fotocopias?.

Es cierto, recuerdo. Me cargué en el enviste, el jarroncito que me regalaron los compañeros de Químicas, cuando me marché de la carrera, y que del estrépito que se organizó, hasta Antonio salió del despacho pensando que estaba rompiendo la vajilla, recordando alguna que otra que me habían hecho los angelitos.
Así que lo busqué por debajo del mueble y sobre la moqueta, y ahí estaba el condenado, con los trozos de jarrón, pues ayer, en el fragor de la batalla, Antonio pensó, que era hora ya de irse a la cama y dejarse de niñitos malcriados, y no limpiamos el destrozo siquiera.

Cojo el metro que va de bote en bote y me siento en un asiento olvidado porque huele a vómito y hay dos cotorras al lado que no paran de hablar. Saco otro exámen a ver si la cosa mejora y después de un par de párrafos, no puedo terminar de comprender por qué no me tomo a cachondeo y no tan a pecho el lenguaje maldito de estos chicos, que lejos de poder presentarse a la selectividad, debían aprender a comentar un texto, no digo yo desde la perspectiva histórica, sino al menos con un poco de respeto.
Leo: "Cuando el cabrón del Duque de Alba, se cansó de cargarse a los flamencos esos de los Países bajos, el Felipe pensó que era mejor idea mandarlo pa luchar contra los turcos. Y allá se fue el tío con sus barcos, que molaban cantidad, mientras él se cepillaba a esa del ojo virulo que también la tía se tiraba a no sé qué amigo del rey..."

¿Qué hago?, ¿me troncho de la risa o me tiro al metro de cabeza?, pienso mientras subo las escaleras deprisa, sorteo a una señora que va con un carrito y a un drogata que se tambalea delante de mi, amenazando con caerse él de cabeza. Subo de dos en dos, metiendo en la carpeta los exámenes, que supuestamente tendría que aprobar al menos a un cuarenta por ciento, y pensando que como llegue tarde, se organiza la de Dios es Cristo, en la clase.

No me equivoco, sin pasar por la sala de profesores, dejar el abrigo o coger el libro, entro en el aula de Segundo B, que me toca a las nueve y diez de la mañana.

Nadie ha reparado en mi persona, por supuesto. Recuerdo aquellos tiempos en los que era llegar la Monja o la profesora, y todos nos poníamos de pie al lado del pupitre.
Como paso a tope, como dicen ellos, de ponerme a dar gritos, me siento en la esquina de la mesa, no sin arrastrar la silla con todas mis fuerzas y borrar la pizarra antes, y en voz baja, empiezo a contar, como si estuviera poseída.
-"Un, dos, tres, cuatro, cinco..."

-"¡¡¡Silencio!!!", grita Manuel que es el único que se ha dado cuenta que la seño ha venido y está que trina.
-"¡Callaros, todos, mierda, que ésta nos planta un exámen sorpresa como el de ayer!..."

Los demás, despavoridos y montando un pollo que no sé cómo no aparece Sor Asunción por la puerta y me llama al órden, se van sentando en sus sitios: empujando libros, carpetas, mesas, sillas, que alguna se cae. Se sientan de cualquier manera y algunos hasta con el abrigo puesto.

-"...siete, ocho, nueve, ¿quéréis que lleguemos a diez y casco un exámen sin avisar y cuenta para el final o me callo ya?"

Se callan todos, Sarah, que es la delegada, ha dejado su charleta con Bárbara, que se quita el abrigo levantándose y organizando un buen revuelo, porque se le ve el tanga de pie, y me dice:
- "...que no Pilar, que no, que ya se callan".

Se oye un silbido desde atrás, porque Barbarita se ha agachado a coger del suelo la carpeta, y claro, se le ha debido ver hasta el fondo de la campanilla, pero desde atrás.

Los ánimos se revolucionan un segundo, mientras entra Javi por la puerta, con su flequillo repeinado y con su trenca de Lacoste azul marino.

-"Profa, perdona, llego tarde porque troncos: he mojao por fin con la Yoli"- dice para el respetable como si estuviéramos en el circo.

Yo, pensando en tirarlo yo misma a los Leones del circo, pero el de Roma, no salgo del estupor, pues se ha organizado en la clase en otro segundo un revuelo, que ni que la Belén Esteban hubiera vuelto con el Jesulín.

-"Tronco, cuenta, cuenta, ¿pero con la Yoli de Mostoles, la que se tiró el Tomás?", escucho entre las primeras filas mientras veo a la Jenifer decirle a todas las chicas que es un farol, que seguro que el Principito se ha tirado el rollo para fardar y que la Belén caiga por fin.

Mientras el Principito asiente, que sí, que es esa guarrilla y la Belén, que es la única que realmente parece tener más de dos dedos de frente y al menos habla como hay que hablar, se pone lívida con el comentario, yo me siento derrotada en la silla. No sin antes mirar a ver si las patas están en su sitio, que ya se cayó al suelo Aurora, la de Literatura, porque hacé unos meses a los angelitos se les ocurrió la genial idea de romperla y ponerla así, como si nada.

Me desplomo en la silla y no sé si reirme o llorar, pues yo venía dispuesta a contar la batalla de Lepanto e incluso a proponerles pasar el sábado en el Escorial, y si no hago algo ahora mismo, me ganan la batalla a mi, como ya me hicieron los de segundo de la ESO el año pasado.

Por no sé qué misterios de la naturaleza, empiezan todos a darse codazos, a callarse y a mirar a donde estoy yo, hasta que se hace un silencio incomprensible en el aula.

Los miro a los ojos, sobre todo a Alvaro, que me mira directamente pues se sienta enfrente mia. Tengo una mirada de asombro e incomprensión que les traspasa el alma a todos, pues se han callado e incluso el Principito mira para abajo.
Dejo un silencio teatral y calculado entre la mirada y abrir la boca.

-"Me deja vuestra desverguenza y desfachatez tan alucinada, que no sé ni qué decir. La verdad es que vuestra mala educación me deja sin palabras. Seguro que pensáis que soy idiota".

No es la primera vez que se lo digo y como algunos son chicos de buena familia, se averguenzan y se ponen muy serios.

Aprovecho la coyuntura, para repartir las fotocopias y les explico la clase sin que haya ninguna interrupción al menos en veinte minutos.
Por un momento, pienso que ha surgido efecto, que incluso me escuchan y que les interesa lo que cuento, que no dejo de llenarlo de detalles e incluso cotilleos de la época.

Mi gozo en un pozo, a escasos minutos de terminar la clase, suelo cometer esa absurda pregunta, que al comprobar los resultados, ya casi ni me atrevo a formular hasta fuera de clase.
-"¿Alguna pregunta?, ¿alguna duda?".

Se levantan varias manos, alguna que otra, que incluso extraña a una profesora que ya por leerles, tratarles y soportarles cada día, los conoce como si los hubiera parido.

-"Dime, Miguel, ¿hay algo que no hayas entendido?".
-"Profa, no acabo de comprender si la cocaína es mala o es peor fumar porros. ¿Tú qué prefieres, fumarte un peta, que seguro que te habrás fumado alguno, o meterte una rayita?. Es que en la tele..."

-RING, RING, RING, salvada por la campana, los chicos se levantan como un resorte, recogen sus apuntes y mientras yo obvio la pregunta, les digo inútilmente que para mañana se lean el comentario que les pasé antes en fotocopias, que lo haremos en clase para que vean como se hace.

Ya en la puerta, Miguel, que se ha quedado con las ganas, se viene como un rayo y me dice que está seriamente preocupado, que no sabe a quién preguntar, y que qué me parece lo de las drogas.

Yo, mirando la puerta de la clase, como si de un toril se tratara. Viendo un hueco para salir zumbando a otra maldita clase que tenía que dar, segunda, por cierto, de nada menos que cinco esa mañana, le miro a la cara para ver si le interesa realmente o si se está riendo de mi, y quiere encima chotearse de lo que diga.

-"Mira Miguel, yo se lo digo siempre a vuestros padres y os lo digo a vosotros ahora. Yo vengo a enseñaros Historia, que dudo mucho que aprendáis algo, pero oye, para eso me pagan. Lo demás es cosa de otros, porque educación sexual, educación vial, buenas maneras, psicología y medicina, eso es ya para otro precio, que desde luego las monjitas no me pagan".

Miguel, que está rodeado de todos sus amigos, incluída la buena de Belén (que a veces hasta me ha preguntado el nombre del libro que he mencionado en clase y tiene la intención de leer) me dicen que soy una tia enrollada, que molo, que si me preguntan a mi es porque se ve que tengo yo experiencia(que por cierto, no sé si tomarme a bien o a mal) y que es muy dificil preguntarles a sus padres, que nunca están o al psicólogo del centro, que viene una vez al mes y está para casos urgentes.

Gracias a Sor Asunción, que me llama en la puerta, los dejo con dos palmos de narices. Los de Segundo C se están revolucionando y tengo que entrar en clase cuanto antes. Así que salgo triunfal de semejante plaza.
Temblando de pies a cabeza y encomendándome a los dioses para que me den valor, fuerza y sobre todo apariencia, que en estos casos es lo que más funciona. Para que tenga yo energías suficientes como para aguantar las insinuaciones de Fernando, que se empeña siempre que saque a la pizarra a Tania, porque se le ven las bragas. Para soportar que Patricia pregunte en público si le hace falta una operación de tetas o si las tiene bien, o que alguno de ellos tenga a bien contarme quien es el gay de clase y el que va a Pachá porque es un pijo.

Pero, querido lector, y mira que he visto yo cosas en los colegios e institutos madrileños donde he tenido a bien tratar de explicar todo eso que en mis carpetas, volvía a casa muerto de risa, todavia, a día de hoy, sigo sorprendiéndome con la salidas de estos angelitos que tenemos por adolescentes.

Después de recibir piropos, anónimos, dibujitos que he encontrado de mi persona que ni en cien mil años hubiera pensado que era yo, regalitos y lloros cuando me he ido de un centro porque se acababa mi actuación y volvía la profe titular, confidencias en lo más íntimo porque me enrollo bien con los clavales o porque aunque borde y dura, al final era buena tía. Después de que me hayan tratado de colega, hermana mayor, me hayan visto como un ogro o incluso me hayan amenazado con una paliza una banda de Sarperos, que no me preguntéis quien son, pero unos con la cabeza pelada.

Después de todas esas preguntas incomprensibles, esas salidas, esa inquietud al salir a la palestra y tratar de que no se note que te tiembla el pulso. Después de todo, y pasando por el cambio generacional y por que nada tiene que ver lo que hacíamos nosotras con las monjas y las profas, con lo que hacen ahora los chavales.
En el fondo de mi, bajando ese peldaño que separa en la tarima al profesor del alumno, he llegado a entenderlos, comprenderlos, incluso a quererlos.

Y con lágrimas en los ojos me he ido siempre a casa cuando se me ha acabado un contrato o he tenido que abandonar a las bestias a su suerte. Y aún hoy, que estoy físicamente lejos de ellos, pero no en mi corazón, he recordado muchos casos, muchas preguntas y muchos días, que hubiera cogido a los angelitos del cuello y me hubiera comido alguno para que dejara de dar la lata.

Que con el tiempo hasta los he cogido cariño, y eso que fácil, lo que se dice fácil no lo tiene ningún profesor hoy en día, que podrán ir borrachos, separados, con una amiguita o con minifalda (como dicen a veces en los periódicos, poniendo verde el sistema y los profesores de hoy en día, porque en nada tienen que ver con los de antes) pero eso sí, que no vengan al centro en coche, si no quieren acabar con todas las ruedas pinchadas.

lunes, 22 de noviembre de 2010

El nombre del ALMA.

Llevo unos días en casa, reposada el alma en mi convento, como diría Don Juan Tenorio, y con ganas de volver a retomar nuevamente la escritura y el hilo de mis pensamientos.

Por razones que tan sólo lo Hados conocen, me he preguntado esta mañana, mientras escuchaba entre sueños a mi marido levantarse, hacerse el café y poner patas arriba la habitación buscando la corbata burdeos, allá por las seis de la mañana, cuál sería el nombre verdadero del alma.

Entre sueños también, que yo creo que es cuando mejor se discurre, he tenido una conversación con un duende bajito, que me ha recomendado que recordáramos juntos uno a uno, todos los nombres que en mi transcurrir me han ido dando la gente que me conoce. Más que nada para hallar entre ellos una pista, un indicio razonable de cuál es el verdadero nombre de mi esencia, pues ya decían mis amigos los antiguos egipcios, cuan importante es conocer el nombre de cada uno de nosotros, pues en sus letras encierra, como en un recipiente pequeño, la verdadera naturaleza de nuestro ser y nuestro paso por el mundo de los vivos.

Recordar y hacer recordar ese nombre, en las tumbas, en cada escrito que quedara grabado en la piedra, era garantía de que esa esencia no moriría nunca y que su vida, su impronta, su paso por el mundo, cobraría en el más allá su importancia, pues los dioses se acercan a nosotros y pronuncian nuestros nombres nada más vernos frente a su tribunal divino.

Así que no he dejado de preguntarme, cómo me llamarían a mi cuando me vieran...

-Acercate, ....., ¿has traído tu corazón para pesarlo en la balanza de Anubis?.

-¿Cuánto pesará mi corazón?, le he preguntado al duende curioso que se cuela en mis sueños y que me pone en mi razón preguntas incomprensibles. El mismo que juega con mis recuerdos y hace malabares con mis conclusiones, creando personajes y situaciones burlescas, fantasiosas y que nunca dejan de sorprenderme. Vamos el responsable de llenarme la cabeza de pájaros.

Él, a lo suyo y de un par de volteretas, me ha recordado quer era nuestro trabajo buscar de cuantas maneras me han ido llamando desde niña, pues si bien está, reflexionar sobre el peso del alma, el tema era el nombre, que todo se me tiene que encauzar, sobre todo cuando estoy aún medio en brazos de Morfeo.

Así que, de la mano arrugada de un viejecito prematuro, que no levanta dos palmos del suelo, he viajado con el recuerdo hasta los tiempos en que mi querido abuelo me llamaba Maripilina, que si bien ahora mismo me está dando hasta reparo recordar, era un hecho que para él, su nietecita tenía que llamarse así, dado que su hija era simplemente Maripili.
Por su capricho, y por acompañar a mi nombre los atributos de "nietecita de mi alma, de mi vida y de mi corazón" a manera de apellido, mis primos, tíos y hermanos se mofaban en muchas ocasiones de mi persona y mi padre varias veces censuró, que no era de ley tan largo cargo, para mocosa que no callaba un momento, y yo creo que por esa razón, vino a llamarme él y el resto de su familia, con el apelativo de Rosqui, que ha sido mi mote odiado y familiar, hasta que me impuse en la adolescencia y no respondía cada vez que me llamaban.

Motivo de chufla y chanza fueron mis redondeces y mis rosquillas en mi más tierna infancia, pero no me parecía a mi, que tan dulce mote, fuera lo que más me identificaba, y con apenas doce años, vine a denominarme Pilar, que ya era hora de dejarnos de diminutivos, cuando ya era personaje más que respetable.
Así que Pilar vienen a llamarme mis amigas del colegio, mis amistades más entrañables y longevas, y sobre todo, casi todo el mundo que tiene más conocimiento de mi persona, pues Pilar me presenté, y Pilar me quedé.

Y los apelativos cariñosos de mi abuelo, o el tono burlesco de mi nombre en mis hermanos, quedó poco a poco sepultado en cajones olvidados, con todas aquellas fotos de niña con minifalda y polainas blancas, que avergonzaban sin duda a la ya madura Pilar, que no dejó de serlo nunca ni para algún que otro amor de adolescencia, que ni en sueños se atreviera a llamarme de otra manera.

Sin embargo, ya en la intimidad del hogar y para algunos casos excepcionales, empecé a ser esa Pili que mucha gente no ha dejado de llamarme y nunca he dejado de ser. Que tanto extraña en oídos de mis otros muy allegados y no digo nada si pudieran haberlo oído mis alumnos del instituto o de las miles de clases que por ahí di, que seguramente hubieran pensado que se trataba de otra persona y no de su Seño, o de su Profa, que también durante un tiempo, creí mi nombre verdadero, por tantas veces que me llamaron así.

Convertida ya en Profa, en Pilar, en la de Historia, recaí que nunca fui denominada por el apellido, como muchas de mis colegas en el cole o de mis compañeras de clase, y tuve que comprender, que eran mis hermanos varones en todo caso los depositarios de tal honor, pues aunque mi apellido bien raro, bien pudiera haber servido para ponerme otro mote, a nadie se le pasó por la cabeza que mi esencia pudiera estar relacionada con él.

Asi que a caballo entre la Pilar de siempre, la entrañable Pili, la profa de Historia y obviando a algunos, que hasta Piluquinillita me llamaron en la intimidad, empezó a perfilarse ese nombre enigmático, cargado de magia e irrealidad, que ha ido conformormado la soñadora y escritora que soy. Empecé a llamarme a mi misma Azaria.

Mi duende soñador, que había parado por fin de reirse, por no decir que estaba malo de la risa y hasta lágrimas se le saltaban mientras me llamaba repetidas veces "Maripilina de mi vida, de mi alma y de mi corazón", por un momento se calló y me miró largamente.

-¿Y de dónde narices salió ese nombre?- no pudo evitar preguntar, hablandome sus ojos sinceros, con esa sabiduría que adivina, que es del mismo fondo de uno mismo de donde salen todos los nombres verdaderos.

-Nunca lo he sabido, la verdad. Sin embargo, siendo un nombre que creo que no existe, que inventé yo, sigo preguntándome si lo vi escrito en algún anuncio, si lo leí en alguna novela, si lo recordé de otros tiempos o si alguna vez, cuando me presenten a alguien, me dirán que se llama Azaria, como yo.
No sé cómo surgió, pero fue un personaje de mis cuentos, con el que llegué a sentirme tan identificada que se convirtió en mi y yo en ella.
Es ella quien escribe, quien me hace sentir que vivo más de una vida porque soy capaz de dar rienda suelta a todo eso que tengo dentro y queda impreso en un papel.

Quizá sea ese mi nombre, aunque quien más me conoce y me quiere, no ha dejado de llamarme Elbereth y ha puesto mi nombre a una estrella, y por ese nombre no puedo dejar de pensar que me ha convertido en alguien muy especial.

Sin embargo, en el límite entre la vigilia y el sueño, tratando de atrapar a ese duende que me escapa dando saltos por entre mis recuerdos, he escuchado otro nombre, áquel que más significa y por el que no me pueden confundir.
Ha sonado alto y claro entre las tinieblas de la oscuridad que iba muriendo esta mañana y se rendía a un sol, que tímido asomaba entre la niebla.

-Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Y no había duda, de que me llamaba a mi...

sábado, 20 de noviembre de 2010

Convertirse en ese personaje que siempre quisimos ser...

He vuelto a cumplir años, no es necesario decir cuántos, como me decía mi tía muy sabiamente, aunque por el título todo el mundo puede hacerse cargo de cuantos van.

¡Cómo pasa el tiempo!. Parece que fue ayer el año pasado, cuando pensé en añadir una entrada de blog a mi página y ya ha pasado otro año por el calendario.

Reflexionaba entonces que siempre que cumples años va quedando menos. Nunca sabemos cuánto será y si tendremos o no tiempo de aburrirnos en ese intervalo, lo que sí sabemos con certeza es que será menos que el año pasado.

Leía hace poco, que el paso del tiempo, si ha sido fructífero, aprovechado y feliz, no importa tanto cuando contabilizamos su paso. Quizá lo verdaderamente preocupante sea pensar que su transcurrir no conlleva necesariamente que todos esos sueños, aspiraciones o inquietudes se hayan cumplido, por el mero hecho de desearlo. Y que en esos años que no se cumplen los sueños, se va haciendo uno más cobarde, más miedoso, más perezoso y más convencido de que en realidad, los sueños, sueños son y jamás se harán realidad.

Sin embargo, quiero pensar qué sería de nosotros sin sueños, sin aspiraciones, inquietudes, sin pensar que las cosas tarde o temprano acabarán por cambiar, por mejorar, por ser lo que nosotros imaginamos que serían en un principio. Qué sería de la vida sin sorpresas, sin capacidad de superación, sin apostar a una carta de vez en cuando sin escuchar la opinión de la razón, de los demás, de la lógica o de la rutina, que te lleva de la mano por el camino de la comodidad o de lo más evidente, quizá del camino marcado para ti.

Es verdad que hay sueños y sueños, querido lector. Hay sueños que pasan por coger un avión y plantarse en la Torre de Londres, en la Estatua de la Libertad o en coche para ir al Álcazar de los Reyes Católicos en Segovia. Otros muchos son más difíciles: pasan por tener éxito reconocido, por alcanzar el dinero, la prosperidad,la eterna juventud. Por recuperar la salud imposible y burlar a la muerte o por montarse en una nave espacial y surcar el espacio. Y también, otros muchos, son de esos que no se atreve uno ni a confesar a los amigos, incluso a veces ni a nosotros mismos.
Hay tantos sueños como imaginación quepa en nuestras cabezas, que cuando se llenan más y más de conocimiento, caemos en la maldición de desear cosas más y más descabelladas, difíciles de conseguir en horizontes más y más lejanos a medida que parece que nos acercamos a ellos.

Son esos sueños, esos que nos quitan el sueño, curiosamente, los que uno se sigue planteando cada cumpleaños, al soplar las velas. En la puerta de un quirófano si nos van a operar con cierto riesgo, cada vez que abres un sobre en la consulta de un médico porque hay serias dudas de tu salud o cuando vemos un coche de frente que se precipita sobre nosotros y quizá no volvamos a ver más luz que la de sus faros aproximándose. No digo nada de cuando uno de los nuestros, los que viajaban en el mismo tren, se va o cuando pierdes a alguien que era el centro de tu vida.
Todos hemos pasado por eso alguna vez. Y lo que a todos nos pasa por la mente, es más o menos lo mismo. No dejamos de preguntarnos si la vida que has vivido ha merecido la pena o si sigue mereciendo la pena seguir esperando, seguir imaginando, seguir inventando estrategias o personajes de nosotros mismos que nos inviten a seguir y que nos animen a no desistir de esas cosas que siempre deseamos para nosotros y nuestra vida.

Máxime cuando esos sueños imposibles, esos que atesoramos en nuestro interior, no son santo de la devoción de los que nos rodean, incapaces como son de entender que por esos sueños, por esa lucha por tratar de hacerlos realidad, nuestra vida sigue teniendo sentido. Sueños incomprendidos, casi siempre porque parecen absurdos, descabellados, irracionales o imposibles de realizar. Y, que no serán a todas luces más que pérdidas de tiempo, alejarse del camino trazado y cuestionar, quizá, los propios sueños de los demás.

Entre la poca confianza que tenemos en conseguirlos y el apoyo inexistente de los demás, los sueños esos que guardamos, parecen más y más inasequibles, más difíciles y menos razonables, y quizá por ello, desestimamos su existencia, nos conformamos con no hacerlos realidad o incluso justificamos que no se hayan hecho efectivos hasta el año que viene, o quizá hasta dentro de muchos años. Ya habrá tiempo...

Sin embargo, no nos engañemos. Pensar en ellos, reconocer que quizá ya no tengamos valor suficiente, hace que al soplar las velas, cuando ese secreto que podemos pedir, nos ofrezca otra oportunidad, vuelva a asomar en nuestra mente la esperanza, la llama de la necesidad o la ilusión. Sin que nadie lo sepa, cerrando los ojos, aparecerá la silueta de ese sueño dibujada en nuestro horizonte, y sabremos que, ni los años ni el olvido habrán conseguido convencernos de que todo eso sigue siendo necesario en nuestras vidas para ser felices.

Y quién sabe si, llegado el momento, cuando la llama de nuestro tiempo se esté apagando y sepamos que todo ha llegado a su fin, tengamos tiempo todavía para preguntarnos qué pasó, por qué no logramos convertirnos en actrices cuando era nuestra vida o porqué no fuimos a Canarias, cuando era lo que más deseábamos. Por qué no nos declaramos cuando ardíamos de amor por alguien que quizá merecía nuestra entrega, o por qué no nos atrevimos a traer un hijo al mundo cuando era lo que más deseabamos. Por qué no estudiamos lo que más nos gustó, por qué no hicimos un viaje a las estrellas en un barquito de papel. Por qué no bailamos delante de nuestros amigos por verguenza cuando nos dejamos la piel en los ensayos o por qué no nos atrevimos a publicar nuestros miedos, verguenzas o nuestras ilusiones, por miedo a hacer el ridículo o a no poder soportar el desdén de los demás. Por qué no nos convertimos en esos personajes que siempre quisimos ser...

Hoy he visto un video de Loles León de casualidad. En él ella contaba cómo consiguió que Pedro Almodovar se fijara en ella. Le costó muchas llamadas, mucho hacer el ridículo y mucho actuar, para que el director se diera cuenta de que en sus películas hacía falta alguien como ella y nada más que ella.
Me he sentido un poco absurda y también estúpida por tener miedo a hacer reales unos sueños que ni de lejos tienen que ver con lo dificil que debió ser para ella saltar a la fama y salir en películas que incluso ganaron un Oscar.

Atreverse a soñar, pensar que lo merecemos, buscar nuestro santo Grial. Ir hacia lo que queremos aunque nadie nos apoye, aunque nadie entienda que no es que sea razonable lo que sueñas, sino que es necesario para cada cual. Gritarle al Universo que lo queremos, que ya no queda mucho más tiempo y que ya es hora de hacerlo real.

Hoy que reflexiono sobre los sueños que tengo para mi misma, quiero creer, quiero perseverar. Y os animo a ello, a todos, a ser valientes, más incluso de lo que soy yo misma. Superar el miedo a nosotros mismos o a qué pasará, si saldrá bien o mal, y lanzarse a la piscina de lo increíble, de lo que no está al alcance de nuestras manos para los demás y sin embargo en nuestro foro interno sabemos que merecemos.

Luchar por ser felices, por tener más oportunidades de sorprendernos a nosotros mismos, por creer que todavía es posible protagonizar la película de nuestra vida.
Dar un sentido a nuestra realidad y a nuestra vida, otras vías para aprender a vivir de otra manera o para consolidar los principios que ya tenemos.

Os animo a perseverar, a hacer locuras razonables, a pensar en las consecuencias y a saber afrontarlas llegado el caso. A seguir adelante sin miedo a soplar un año más las velas del cumpleaños y seguir pidiendo el mismo deseo, sabiendo que ni nosotros mismos vamos a consentir que sea real. A aceptar, si llegara el caso, la derrota, o que las cosas nunca son como imaginamos. Admitir que no era para tanto, o que quizá porque todo salió mal, parecían tener razón las opiniones sesudas y razonables de los demás.
Hoy, casi en la cima de la madurez, estoy segura de una cosa. En el camino de intentarlo, en la lucha por conseguirlo y en el quererlo, le decía a una amiga ayer, está ese perfil de nosotros mismos que nos ennoblece y nos convierte en seres especiales, en maravillosos y únicos.
Igual hasta lo conseguimos...

Y si no, pues quizá acabaremos siendo seres sin éxito, porque a veces no se puede controlar todo. Solos, quizá por que los demás no entiendan gran cosa de nuestras razones. O seres frustrados por querer ser lo que ya nos habían dicho que era imposible.

¡¡Qué más da!!. Lo que realmente importa en la vida es haberlo intentado, haber aprendido de nosotros mismos y de la experiencia y haber tenido tiempo suficiente como para intentar hacer nuestros sueños realidad.
Nadie, ni siquiera nosotros mismos, podemos pedirnos nada más.

AZARIA, 20 DE NOVIEMBRE DE 2010, PARA TODOS LOS SOÑADORES.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...