lunes, 22 de noviembre de 2010

El nombre del ALMA.

Llevo unos días en casa, reposada el alma en mi convento, como diría Don Juan Tenorio, y con ganas de volver a retomar nuevamente la escritura y el hilo de mis pensamientos.

Por razones que tan sólo lo Hados conocen, me he preguntado esta mañana, mientras escuchaba entre sueños a mi marido levantarse, hacerse el café y poner patas arriba la habitación buscando la corbata burdeos, allá por las seis de la mañana, cuál sería el nombre verdadero del alma.

Entre sueños también, que yo creo que es cuando mejor se discurre, he tenido una conversación con un duende bajito, que me ha recomendado que recordáramos juntos uno a uno, todos los nombres que en mi transcurrir me han ido dando la gente que me conoce. Más que nada para hallar entre ellos una pista, un indicio razonable de cuál es el verdadero nombre de mi esencia, pues ya decían mis amigos los antiguos egipcios, cuan importante es conocer el nombre de cada uno de nosotros, pues en sus letras encierra, como en un recipiente pequeño, la verdadera naturaleza de nuestro ser y nuestro paso por el mundo de los vivos.

Recordar y hacer recordar ese nombre, en las tumbas, en cada escrito que quedara grabado en la piedra, era garantía de que esa esencia no moriría nunca y que su vida, su impronta, su paso por el mundo, cobraría en el más allá su importancia, pues los dioses se acercan a nosotros y pronuncian nuestros nombres nada más vernos frente a su tribunal divino.

Así que no he dejado de preguntarme, cómo me llamarían a mi cuando me vieran...

-Acercate, ....., ¿has traído tu corazón para pesarlo en la balanza de Anubis?.

-¿Cuánto pesará mi corazón?, le he preguntado al duende curioso que se cuela en mis sueños y que me pone en mi razón preguntas incomprensibles. El mismo que juega con mis recuerdos y hace malabares con mis conclusiones, creando personajes y situaciones burlescas, fantasiosas y que nunca dejan de sorprenderme. Vamos el responsable de llenarme la cabeza de pájaros.

Él, a lo suyo y de un par de volteretas, me ha recordado quer era nuestro trabajo buscar de cuantas maneras me han ido llamando desde niña, pues si bien está, reflexionar sobre el peso del alma, el tema era el nombre, que todo se me tiene que encauzar, sobre todo cuando estoy aún medio en brazos de Morfeo.

Así que, de la mano arrugada de un viejecito prematuro, que no levanta dos palmos del suelo, he viajado con el recuerdo hasta los tiempos en que mi querido abuelo me llamaba Maripilina, que si bien ahora mismo me está dando hasta reparo recordar, era un hecho que para él, su nietecita tenía que llamarse así, dado que su hija era simplemente Maripili.
Por su capricho, y por acompañar a mi nombre los atributos de "nietecita de mi alma, de mi vida y de mi corazón" a manera de apellido, mis primos, tíos y hermanos se mofaban en muchas ocasiones de mi persona y mi padre varias veces censuró, que no era de ley tan largo cargo, para mocosa que no callaba un momento, y yo creo que por esa razón, vino a llamarme él y el resto de su familia, con el apelativo de Rosqui, que ha sido mi mote odiado y familiar, hasta que me impuse en la adolescencia y no respondía cada vez que me llamaban.

Motivo de chufla y chanza fueron mis redondeces y mis rosquillas en mi más tierna infancia, pero no me parecía a mi, que tan dulce mote, fuera lo que más me identificaba, y con apenas doce años, vine a denominarme Pilar, que ya era hora de dejarnos de diminutivos, cuando ya era personaje más que respetable.
Así que Pilar vienen a llamarme mis amigas del colegio, mis amistades más entrañables y longevas, y sobre todo, casi todo el mundo que tiene más conocimiento de mi persona, pues Pilar me presenté, y Pilar me quedé.

Y los apelativos cariñosos de mi abuelo, o el tono burlesco de mi nombre en mis hermanos, quedó poco a poco sepultado en cajones olvidados, con todas aquellas fotos de niña con minifalda y polainas blancas, que avergonzaban sin duda a la ya madura Pilar, que no dejó de serlo nunca ni para algún que otro amor de adolescencia, que ni en sueños se atreviera a llamarme de otra manera.

Sin embargo, ya en la intimidad del hogar y para algunos casos excepcionales, empecé a ser esa Pili que mucha gente no ha dejado de llamarme y nunca he dejado de ser. Que tanto extraña en oídos de mis otros muy allegados y no digo nada si pudieran haberlo oído mis alumnos del instituto o de las miles de clases que por ahí di, que seguramente hubieran pensado que se trataba de otra persona y no de su Seño, o de su Profa, que también durante un tiempo, creí mi nombre verdadero, por tantas veces que me llamaron así.

Convertida ya en Profa, en Pilar, en la de Historia, recaí que nunca fui denominada por el apellido, como muchas de mis colegas en el cole o de mis compañeras de clase, y tuve que comprender, que eran mis hermanos varones en todo caso los depositarios de tal honor, pues aunque mi apellido bien raro, bien pudiera haber servido para ponerme otro mote, a nadie se le pasó por la cabeza que mi esencia pudiera estar relacionada con él.

Asi que a caballo entre la Pilar de siempre, la entrañable Pili, la profa de Historia y obviando a algunos, que hasta Piluquinillita me llamaron en la intimidad, empezó a perfilarse ese nombre enigmático, cargado de magia e irrealidad, que ha ido conformormado la soñadora y escritora que soy. Empecé a llamarme a mi misma Azaria.

Mi duende soñador, que había parado por fin de reirse, por no decir que estaba malo de la risa y hasta lágrimas se le saltaban mientras me llamaba repetidas veces "Maripilina de mi vida, de mi alma y de mi corazón", por un momento se calló y me miró largamente.

-¿Y de dónde narices salió ese nombre?- no pudo evitar preguntar, hablandome sus ojos sinceros, con esa sabiduría que adivina, que es del mismo fondo de uno mismo de donde salen todos los nombres verdaderos.

-Nunca lo he sabido, la verdad. Sin embargo, siendo un nombre que creo que no existe, que inventé yo, sigo preguntándome si lo vi escrito en algún anuncio, si lo leí en alguna novela, si lo recordé de otros tiempos o si alguna vez, cuando me presenten a alguien, me dirán que se llama Azaria, como yo.
No sé cómo surgió, pero fue un personaje de mis cuentos, con el que llegué a sentirme tan identificada que se convirtió en mi y yo en ella.
Es ella quien escribe, quien me hace sentir que vivo más de una vida porque soy capaz de dar rienda suelta a todo eso que tengo dentro y queda impreso en un papel.

Quizá sea ese mi nombre, aunque quien más me conoce y me quiere, no ha dejado de llamarme Elbereth y ha puesto mi nombre a una estrella, y por ese nombre no puedo dejar de pensar que me ha convertido en alguien muy especial.

Sin embargo, en el límite entre la vigilia y el sueño, tratando de atrapar a ese duende que me escapa dando saltos por entre mis recuerdos, he escuchado otro nombre, áquel que más significa y por el que no me pueden confundir.
Ha sonado alto y claro entre las tinieblas de la oscuridad que iba muriendo esta mañana y se rendía a un sol, que tímido asomaba entre la niebla.

-Mamáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Y no había duda, de que me llamaba a mi...

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...