jueves, 30 de octubre de 2008

HA VENIDO EL FRÍO, DE GOLPE

HOLA A TODOS, HA EMPEZADO EL FRÍO, EL OTOÑO, LA CAÍDA DE LA HOJA, Y DE TODO LO DEMÁS...
¡Hace un frío hoy en el pueblo que no hay quien pare!. Las montañas se han vestido de blanco y coronan sus cumbres con nieve. El viento se lleva los paraguas que poca lluvia están quitando hoy. Si no que se lo digan a mi hijo, que empeñado en llevarse el paraguas pequeñito que le compramos, y ha visto como era imposible mantenerlo arriba y sin mojarse.
Los demás niños, esperando el autobús hoy, con sus calabazas de Halloween hechas por ellos, estaban todos tiritando en la parada. Esto ya no hay quien lo pare, decía una mamá adherida de frío con el gorro de ganchillo calado hasta las cejas.
Cuando se iba el autobús, con mi la nariz de mi hijo pegada al cristal y diciéndome adiós con la manita, me he vuelto a casa andando por el camino lleno de hojas. No es que el frío y el viento invitaran a la reflexión, pero no he podido evitar hechar la vista atrás.

Otoño. Siempre he pensado que el otoño es una estación como de paso, como de transición, de intermedio.
Otoño oscuro y triste, como si el ver a los árboles desprenderse de sus hojas recordara que ya el verano, la luz y las vacaciones han terminado y hay que prepararse para el frío, el invierno, el final del año y de muchas cosas que han quedado pendientes.

Otoño de la vida. Me pregunto si, ahora que estoy a unos días de cumplir 41 años, si estoy en el otoño de mi vida, en una fase de esas de intermedio, de caída de las hojas que hay que barrer para esperar al invierno. Para recogerse en casa, al calor del fuego, con unas castañas encima de las brasas de la chimenea y un chocolate caliente.

No es que no me gusten esas tardes apacibles al amor del hogar. Pero, qué queréis que os diga, me asusta un poco pensar en que la juventud se ha acabado, que el verano ya da paso a una estación más seria, más madura, más aburrida. Donde los días empiezan a ser más cortos y hay que pasear con el abrigo y el paraguas por si llueve.
-"Si es que ya no somos unos niños", me decía ayer un viejo amigo cuando le contaba qué había sido de mi vida últimamente, porque me había perdido la pista unos años y no sabía qué había sido de mi.
-"Poca cosa, chico, ya sabes. La hipoteca, el colegio del niño, pagar las facturas, esperar poder llegar a fin de mes. Poco más. Quedar con las amigas del colegio de vez en cuando, ver alguna exposición si el niño se queda con la abuela, planear alguna salida un fin de semana medio romántico, que nunca llega, porque el niño no lo agunta ya ni su abuela, que le tiene devoción".
El silencio al otro lado, me heló un poco la sangre en las venas. Incluso me abstuve de preguntarle qué tal le había ido a él, no fuera que, cuarentón como yo, al fin y al cabo, hubiera encontrado otra suerte de destino que hiciera que me preguntara yo por el mío.

¿Qué fue de las grandes aventuras, de vivir sin saber qué será de ti mañana, de conocer a gente distinta, de viajar a países lejanos o de buscar un futuro en los libros, en una carrera sin futuro o en trabajos que no duran?. ¿Que fue de la ilusión por aprender de la gente nueva, de un curso en la universidad o de vivir en un pisito en Malasaña donde vuelves cada noche sola?.
¿Qué fue de aquella que fui, y que apenas recuerdo?

Pero, me pregunta mi amigo como adivinando mis pensamientos, ¿volverías atrás?.
-"Rotundamente, no", contesto sin pensarlo, recordando lo que cuesta aprender a veces, lo que cuesta vivir, lo que cuesta no entender más que a toro pasado.
Pero, qué no daría por ampliar un poco el plazo, el tiempo, le digo sin pararme a reflexionar. Ya sé que no es posible, pero si se pudiera, me gustaría pensar que aún tengo tanto tiempo como me parecía que tenía con 20 años, cuando todo parecía posible.
Digamos que ser jóven aún aunque tengas cuarenta, aunque estés en el otoño de tu vida y las aventuras haya que ir a buscarlas a un parque de atracciones o tirándote a la tierra a jugar con tus hijos, para descubrir el fascinante mundo secreto de las hormigas, o convertir un banco del parque en un barco pirata.

Hay quien dice que todo eso, hoy, es posible todavía, y qué queréis que os diga, yo quiero creerlo.
Creo, queridos cuarentones amigos y demás animales( incluyo a los que son rabiosamente jóvenes y tanta envidia nos dan a los del otoño), que eso es cuestión de espíritu. Y que el otoño es algo más que recoger las hojas caídas en el suelo.
Se puede uno todavía tratar de tirarse en paracaídas, aunque te rompas un pie en la caída, o cambiar de trabajo a uno mejor, aunque luego te echen porque hay crisis. Se puede uno vestir todavía en el zara o comprarse unos pantalones modernos en el Stradivarius ese, aunque luego te miren de arriba abajo la gente con esa cara de qué valor. Incluso lanzarse a la aventura de apuntarse a un taller de pilates en el centro cultural, con la esperanza de salir más o menos como estabas, sin ningún hueso roto.
Nada nada, a dar guerra, que todavía es tiempo.

Pero, ahora os dejo, he dejado el jardín hecho una pena. La realidad se impone y tengo que barrer las hojas caídas de la enredadera. Mañana, más...

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...