He estado, últimamente, viviendo en una especie de letargo nostálgico, agudizado sin duda por los efluvios de los estornudos y los analgésicos. Donde casi todo lo pensado, intuido y vivido, han sido evocaciones al pasado, alusiones a personas que conocí hace ya más de veinte años y situaciones que pasaron hace mucho tiempo, que me convirtieron en otros personajes o me hicieron vivir otras situaciones.
-"Es curioso esto de la memoria", le decía a mi marido ayer, cuando volvía del trabajo con un catarro de aquí te espero y se tomaba el antibiótico, jurando en arameo, por el fin de semana que habíamos pasado con mis amigas en Cantabria.
-"La próxima vez que quieras hacer memoria, a ver si vamos a un sitio más cercano y sobre todo en el mes de Agosto, que con estos cambios de tiempo, hemos pillado un resfriado, que hoy me he acordado..."-me recordaba, pasándome el paracetamol.
Yo aposentada en el sillón, con el portátil entre las piernas, me entretenía en buscar en Facebook, unos cuantos retales de mi pasado y a algunas caras conocidas, que fueron importantes en mi vida, y que ya no están.
Es verdad, que esto de la memoria selectiva, es curiosa y a la vez nos confunde.
No sé si será, porque pasar un fin de semana con gente que estuvo contigo en la infancia y desapareció, yluego aparece de nuevo, te hace pensar que no ha pasado el tiempo, y que de alguna manera tienes una segunda oportunidad. O en el colmo del paroxismo, también he pensado, que, a veces el Destino se confabula contigo y te trae esas respuestas que no encuentras en tu realidad, diluídas en recuerdos del pasado, en experiencias nuevas o en personas que no imaginabas que ibas a volver a encontrar.
En estos días tan nostálgicos, ha sido de la mano de personas que creías que no ibas a volver a encontrar en tu camino, las que me han enseñado muchas de las respuestas que estaba buscando.
Por mi vida han pasado con muchas personas, es cierto, le confesaba a Antonio en esa especie de conversación de cinco sordos que hemos mantenido hace un rato, mientras el niño dormía la siesta, y yo trataba de traducir en palabras mis pensamientos inconexos.
He cambiado tanto de escenario y de dirección en mis decisiones, que por fuerza me han traído a nuevas personas, y han desaparecido otras muchas.
Con alguna de ellas no fue traumática la despedida, pero con otras...recuerdo con tristeza al ver frente a mis ojos en una foto a alguien que has buscado por curiosidad, como decía mi amiga Mar, (que también ha buscado a gente de su pasado en Facebook y que he muy culpable de que yo lo haya hecho también) y has encontrado casi irreconocible. No te atreves a abrir la caja de los truenos. No tienes ni idea si la vida le ha llevado por derroteros tan insospechados, que si te la encuentras, jamás volvaís a reconoceros, o si saber de su realidad, será soportable para tus visiones. Quizá no fuera una buena idea volver a introducirlo en tu borágine, o quizá no fue tan descabellada la despedida.
Con otras personas, sin embargo la cosa es bien distinta. Mandar un mensaje desde este lado del océano, hacia el Nuevo Mundo, por ejemplo, ha sido una experiencia única, tras veinte años de separación, en un encuentro que fue entonces, de lo más gratificante.
-Es increíble, amor, de casi todo ha pasado ya más de veinte años, reconozco con pavor, pensando que ya no moriremos jóvenes, como decía aquel.
Mi marido, que es un filósofo al que casi siempre le faltan las palabras, contesta que no es cuestión de los años pasados, sino de lo vivido, de lo aprendido, de la capacidad que tengamos ya, en el otoño de nuestra vida, de seguir aprendiendo, buscando. No conformándonos con el presente, ni evocando el pasado, sino caminando con ilusión hacia el futuro.
Nostalgia. Nostalgia por todo tiempo pasado que no volverá, por ese pedazo de juventud que se escapa de las manos, entre los dedos, como la arena de un reloj que ya ha rellenado el recipiente y hay que volver a darle la vuelta.
Pasamos a veces por los mismos ciclos, o necesitamos volver sobre nuestros pasos, para entender algo, para aprender.
Se me ha ocurrido, friendo los filetes de lomo para la cena, que quizá eso necesito, volver sobre unas huellas ya marcadas en la arena, para ver el mismo paisaje, siendo ahora como soy, más madura, más conforme conmigo misma y sobre todo, un poco más sabia que entonces.
Quizá en el espejo de otros, nos vemos más claramente nosotros mismos, tan ciegos e ignorantes somos para limpiar el nuestro y enfrentarnos a un reflejo. Por eso nos empeñamos en repetir los mismos encuentros, en compararnos con lo que han hecho otros. Por evocar trazos de un pasado, que no volverá, pero que cerca de los protagonistas, parece más nítido, más cercano.
Volver al colegio con mis amigas del colegio, o a Londres, de la mano de aquellas que compartieron conmigo aquella mágica experiencia, que cambió el rumbo de mi vida. Volver a ser adolescente o descubrir con tu amiga del alma, el amor, la vida de adulto, el trabajo e incluso salir con amigos y chicos por primera vez.
Nada de eso garantiza volver atrás en el tiempo, tener otra oportunidad o enmendar errores del pasado, pero oye, a veces, simplemente, el recordar es gratificante. E incluso si te empeñas, igual hasta lo pasas bien y todo.
Os animo a intentarlo, como estoy haciendo yo a mis cuarenta años.
Mucha suerte en el experimento.