lunes, 24 de noviembre de 2008

SINCERIDAD Y MENTIRAS PIADOSAS...

En la vida, con la gente conocida, con las parejas, con los hijos, con la familia en general, parece que lo suyo y sobre todo lo honrado, es ser, lo que hemos venido a llamar, sincero. Dicen que te ahorras muchos problemas, que es mejor ir con la verdad por delante porque si no, pues parece que empiezas a alimentar mentiras y al final todo se lia, se embrolla y ya no sabes cómo salir de la situación sin quedar mal.

He estado pensando, que, los que dicen eso, seguramente, son personas muy diplomáticas, que saben estar perfectamente, muy asertivas y muy valientes, porque se me ocurren una serie de momentos en la vida, en los que tengo muy claro que no hay que ser tan sincero.

Por ejemplo, se me ocurre que, hay que ser muy pero que muy valiente, para ir de compras con tu amiga del alma, que a la pobre le sobran más de unos kilitos, a persar de estar siempre a dieta. La chica, toda ilusionada, se empeña en embutirse un palabra de honor dorado con bodoques, para la fiesta de fin de año. Se mete en el vestido, horroroso hasta para Esther Cañadas en sus mejores años, y va y te pregunta, que ¿qué te parece?.
Tú, en la puerta del probador, después de haberla visto enfundada en gasas, tules, en rasos y terciopelos, antes del dichoso vestido dorado, te la ves con los michelines rebosando por debajo del sobaco y por la espalda, pero feliz de verse tan arreglada y moderna. Encima va y te dice que por fin ha encontrado lo que estaba buscando, que es ideal, como dando por hecho que el común de los mortales y tú misma, estarás de acuerdo con ella en lo bien que está.

Por tu cabeza no pasa asomo de duda. ¿Quién es la guapa que le dice: Chica, quítate eso, que pareces un chorizo o una butifarra catalana, que como salgas así a la calle te van a tirar piedras?.
Pues no, ya estás diciendo, con la sonrisa falsa y la fuerza de toda tu hipocresía, que en fin, que a ti nunca te han acabado de convencer los vestidos palabras de honor, y mucho menos el dorado, pero que sí, que está bien...

En fin, que hubiera estado mejor decirle la verdad, amigos o ¿no?.

Supongo que un noventa por ciento de las mujeres hubieran hecho como yo, morderse la lengua y mirar para otro lado en la fiesta de nochevieja, porque como no era cosa de ponerse las gafas de sol a las dos de la mañana, pues eso, que cada vez que miras donde está ella, te hace daño a la vista.

Y qué decir de tu hijo, que viene del cole con un dibujito horroroso, con la cara llena de churretes y después de pasarse una tarde entera entretenido, para terminártelo por tu cumpleaños y te dice, "mira mamá, para ti, eres tú, me ha salido muy bien, ¿verdad?"...
Tú miras el monigote, gordo y con los pelos alborotados, con un vestido verde y unas patas de alambre y encima con cara de mala leche. Vaya, qué ilusión, pero, queridos señores, ¿quién es el guapo que le dice a su hijo que no, que está fatal, que lo tire a la basura porque no hay quien lo mire?.

Todo lo contrario, lo cuelgas en la nevera con unos imanes y orgullosa vas y le dices a tu madre, a tus hermanos y a quien viene a tu casa, que es precioso, que tu hijo es un artista moderno y que te encanta. Pero, claro, te callas como una muerta para no decir que así te ve a ti, porque el monigote feo, eres nada más y nada menos que tú, su mamá...

Vamos que no eres capaz de decir la verdad.

Ni entonces ni cuando tu cuñada viene a casa con una tarta hecha por ella, que es cemento armado, pero la mujer ha venido convencida de que va a dar el golpe, que le ha salido de miedo y que todos nos vamos a chupar los dedos. Incluída y sobre todo, su suegra, que así se convencerá de una vez por todas de lo buen ama de casa que es y lo bien que cuida de su hijito querido.
Y claro que nos chupamos todos los dedos, menos la suegra, que para eso es mayor y puede decir lo que le de la gana. Con cara de poker, no se te ocurre otra cosa que poner por las nubes la dichosa tartita de manzana, supuestamente, que luego nos enteramos que era de queso, y que claro, por elogiarla tanto, seguramente, nos la volverá a traer en cuanto la volvamos a invitar.

Pero, queridos mios, yo me pregunto cómo sería la vida llena de sinceridad.
Y no puedo, porque me doy cuenta, de que, desde por la mañana temprano, no hacemos más que mentir. Y no las famosas 50 mentiras diarias, que decía un artículo que leí hace tiempo, sino, muchísimas más.
Porque mentimos como vellacos, las 24 horas.

Mentirmos al espejo cuando tratamos de convencerlo de que, pensamos en que estamos hechos unos bellezones.
Mentirmos a la báscula, dandole un poco a la ruedecita para evitar ver que hemos cogido un par de kilitos últimamente, porque nos hemos pasado comiendo.
Mentirmos a nuestros maridos cuando te preguntan por teléfono si no te importa ir a recogerle el traje del tinte, hacerle unas fotocopias y ya que estás sin hacer nada, coserle los bajos de los pantalones.
Y mentimos a un vecino, que pasa con su perro enfrente de tu casa, y tú vas a tirar la basura. El hombre te pregunta que qué tal, y vas tú y le contestas que muy bien, con una sonrisa falsa. Falsa porque, si pudieras, le dirías que estás hasta las narices de todo, que tienes frío y que no llegas a fin de mes. ¿Qué cara pondría el hombre, si fuéramos sinceros?.
Y luego en el mercado, en lugar de sonreirle al frutero, soltarle que cada día tiene la fruta más pelada y más cara, que ya le vale.
En fín, que sería un infierno tener que decirle a una vecina pesada que no la aguantas y que te haces la longis en el buzón, para no subir con ella en el ascensor, o a la amiga que te llama siempre para darte la vara con sus problemas, que te importan un comino. Y mientras la escuchas, vas haciendo la cena y incluso resuelves un sudoku mientras se cuecen los macarrones.
O a tu marido, que después de tirarse un par de horas para lavarte los platos de la pila y hacer la cena un sabado por la noche, te da una pizza calcinada y ha roto dos vasos. Le dices que es el mejor y que te encanta que haga la cena de vez en cuando, en lugar de decirle que en el fondo no te compensa, que te has comido mientras tanto una bolsa de patatas en la espera, y que te ha hecho polvo que haga migas justamente, los vasos que más cariño tenías, porque te los regaló tu madre cuando te independizaste y te fuiste de casa.

En fín, que no hay manera, que se me ocurren cientos de caso de los que podrían calificarse de escabrosos en donde mentimos sin parar, que seguro todos recordamos, y para qué vamos a profundizar más.

Así que, ¡viva la falta de sinceridad, vivan esas mentiras piadosas que te convencen, cuando le preguntas a alguien, de lo jóven que estás o que por ti no ha pasado el tiempo!. ¡Viva que tu marido te siga diciendo que te quiere como el primer día y que no mira a las jovencitas pasar!. ¡Viva que tu hijo te diga que eres la mejor madre aunque le hayas quemado la cena y esté incomestible o que en una tienda te digan que te quedan fenomenal los pantalones que llevan las quinceañeras del barrio!.

Y que me perdonen aquellas personas que van con la verdad por delante, que miedo me han dado siempre. Y mucho, porque cuando alguien te dice algo, que empieza con al frasecita de marras, "voy a serte sincera, por tu bien", yo me echo a temblar...

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...