miércoles, 4 de marzo de 2009

DE OJOS DE GALLO Y OTRAS BRUJERÍAS....

HE ESCRITO POR AHÍ, EN ALGÚN OTRO DÍA, UN POCO ASÍ COMO DE CACHONDEO, Y NO SIN QUE MI MADRE SE ENFADE LO SUYO(que oye, publicar así como así en internete que no puede andar por sus dolencias, pues no es como para tirar cohetes) QUE MI QUERIDA PROGENITORA TENÍA UN OJO DE GALLO EN EL PIE Y LA POBRE NO PODÍA DAR UN PASO SIN UN AY CONTÍNUO...

Os aconsejo amigos, que no os burléis de la desgracia ajena, que no por ignorada es por eso menos desgracia. Y si no que me lo digan a mi, que como en otras ocasiones, que ignoras o te burlas del dolor ajeno, lo acabas sufriendo en tus carnes. Pues, ahora la que padece de la misma dolencia es la menda lerenda, que para mi desgracia, más que un ojo de gallo lo que me ha salido en el pie, parece un ojo de elefante.

Si, sí, no me miréis con esa cara, que digo la verdad. Demasiado gráficamente, como me decía una amiga más discreta, pero la verdad desnuda. Si hace unos días, allá por San Valentín, me mofaba de la desdicha de mi madre, que arrastraba estoicamente hacia las rebajas, su maldito pie dolorido, resulta que llevo una semana, que más que andar, paréceme que deposito el pie en la cama de un faquir. Porque cada vez que lo pongo en el suelo, me pincha una aguja hasta dentro, la planta, que oye, no me deja ni andar.

Y yo que me burlaba y hasta me atreví a ponerlo como una gracia en la historia de mi día de los enamorados, pues eso, me dijo mi madre ayer por teléfono, que Dios te ha castigado, por mala. Ante mi estupor, lo repite con cachondeo, pero con un deje de preocupación, que mi señora madre es mucha señora, pero sobre todo mucha madre, y claro, se enternece con los dolores de sus churumbeles, sean del origen que sean.

Hay quien piensa que las meigas, haberlas hailas, yo lo corroboro, que no ha habido sincronía mayor entre una madre y su hija que la que tenemos mi enana y yo. Sobre todo en lo que se refiere a los sinsabores.

Recuerdo unos mareos, que mantenían a mi madre en el tiovivo de la vida hace ya algunos años.
La mujer era depositar la cabeza en la almohada, y allí daba vueltas hasta el mismísimo cuadro del bisabuelo, que con Centauros y todo, ponía patas arriba hasta al más pintao. Porque oye, hay que tener mucho aguante, para subirse las veinticuatro horas en la montaña rusa.

Teníamos aquel día previsto, viajar a Roma las dos juntas. Comprados los billetes, la estancia pagada y las maletas en la puerta, mi madre se agarraba al paraguero de la entrada con pánico a salir por la puerta. Que si llegar al descansillo había sido toda una odisea en el espacio, ni que decir tiene lo que sería llegar al Coliseo y dar la vuelta al ruedo.

De una oreja y por la fuerza, arrastré a mi madre al aeropuerto, no sin entrar a una farmacia a pedir un poco de auxilio, que una cosa es ser masoquista y en semejante estado coger un avión, y otra muy distinta, tonta de remate, que remedios hay ahora hasta para el que no para de roncar en toda la noche.

Con las pastillas y encomendándonos a San Antonio, volamos destino al pueblo romano, y hasta andando al foro de la república llegamos, agarradas como lapas pero contentas.

La noche y apoyar de nuevo la cabeza en la almohada fue otro cantar, pero para entonces, ya estaba mi madre acostumbrada al tiovivo, y yo harta de animarla a que no fuera tan exagerada, que en otras garitas peores habíamos hecho nosotras guardia.

Craso el error de no hacerte partícipe y respetar el dolor ajeno. Que no habían pasado sino unos meses, cuando una mañana, la que se subió al tiovivo de los mareos fue también su querida hijita, que lejos de ser tan discreta como su madre, montó, vamos, monté en cólera y no pude dejar de quejarme, ni cuando me hicieron un escaner de cerebro, para comprobar que como mi progenitora, los vértigos debían ser cosa de meigas, de brujas o de como bien me recordó mi madre, de un castigo de Dios, por no atender a sus dolencias de pobre madre enferma.

Si es que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, me ha dado por concluir hoy, cuando he vuelto a recordar esas vivencias. Con mi ojo de gallo en remojo, vuelvo a convencerme de que mi madre, si no bruja, poderes tiene. Y que bien pudiera utilizarlos más que para pasarme parte de sus dolencias, para inculcarme parte de su sabiduría de madre.

Concluyo con la máxima de que nadie escarmienta en cabeza ajena, y que verse en los zapatos del otro, es lo que nos acerca más a los demás. Lástima que hoy, a través de mi ojo de gallo, vea más cerca a mi madre, y la entienda más...

Pero, qué queréis, así es la vida.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...