miércoles, 24 de noviembre de 2010

Diario de una profesora actual

Son las siete y veinticinco de la mañana, el reloj de la cocina amenaza con seguir marcando las horas en sus manecillas plateadas y la casa sigue patas arriba.

Un café bebido, una ducha helada que me ha dejado los pelos del cogote todavía de punta mientras recojo la carpeta con los apuntes, las fotocopias del comentario de texto, y los exámenes a medio corregir. Ya tengo casi todo, pero no lo encuentro.
Busco el boli rojo que no sé dónde lo meti ayer.

Recuerdo vagamente haberlo tirado contra el mueble al intentar corregir un exámen. Ponía que "Felipe III de España y V de Alemania era el pibe aquél que se construyó una choza en el Escorial, mató a no se cuantos sarracenos y les sacó hasta los ojos".
Al menos lo de los sarracenos lo cogió el chaval, pero ¿de dónde narices se sacó que era tercero de España y al menos quinto de Alemania?. ¿Qué mecanismos llevan a esas mentes a mezclar lo que les dí masticado ayer y luego, por si acaso lo saqué en fotocopias?.

Es cierto, recuerdo. Me cargué en el enviste, el jarroncito que me regalaron los compañeros de Químicas, cuando me marché de la carrera, y que del estrépito que se organizó, hasta Antonio salió del despacho pensando que estaba rompiendo la vajilla, recordando alguna que otra que me habían hecho los angelitos.
Así que lo busqué por debajo del mueble y sobre la moqueta, y ahí estaba el condenado, con los trozos de jarrón, pues ayer, en el fragor de la batalla, Antonio pensó, que era hora ya de irse a la cama y dejarse de niñitos malcriados, y no limpiamos el destrozo siquiera.

Cojo el metro que va de bote en bote y me siento en un asiento olvidado porque huele a vómito y hay dos cotorras al lado que no paran de hablar. Saco otro exámen a ver si la cosa mejora y después de un par de párrafos, no puedo terminar de comprender por qué no me tomo a cachondeo y no tan a pecho el lenguaje maldito de estos chicos, que lejos de poder presentarse a la selectividad, debían aprender a comentar un texto, no digo yo desde la perspectiva histórica, sino al menos con un poco de respeto.
Leo: "Cuando el cabrón del Duque de Alba, se cansó de cargarse a los flamencos esos de los Países bajos, el Felipe pensó que era mejor idea mandarlo pa luchar contra los turcos. Y allá se fue el tío con sus barcos, que molaban cantidad, mientras él se cepillaba a esa del ojo virulo que también la tía se tiraba a no sé qué amigo del rey..."

¿Qué hago?, ¿me troncho de la risa o me tiro al metro de cabeza?, pienso mientras subo las escaleras deprisa, sorteo a una señora que va con un carrito y a un drogata que se tambalea delante de mi, amenazando con caerse él de cabeza. Subo de dos en dos, metiendo en la carpeta los exámenes, que supuestamente tendría que aprobar al menos a un cuarenta por ciento, y pensando que como llegue tarde, se organiza la de Dios es Cristo, en la clase.

No me equivoco, sin pasar por la sala de profesores, dejar el abrigo o coger el libro, entro en el aula de Segundo B, que me toca a las nueve y diez de la mañana.

Nadie ha reparado en mi persona, por supuesto. Recuerdo aquellos tiempos en los que era llegar la Monja o la profesora, y todos nos poníamos de pie al lado del pupitre.
Como paso a tope, como dicen ellos, de ponerme a dar gritos, me siento en la esquina de la mesa, no sin arrastrar la silla con todas mis fuerzas y borrar la pizarra antes, y en voz baja, empiezo a contar, como si estuviera poseída.
-"Un, dos, tres, cuatro, cinco..."

-"¡¡¡Silencio!!!", grita Manuel que es el único que se ha dado cuenta que la seño ha venido y está que trina.
-"¡Callaros, todos, mierda, que ésta nos planta un exámen sorpresa como el de ayer!..."

Los demás, despavoridos y montando un pollo que no sé cómo no aparece Sor Asunción por la puerta y me llama al órden, se van sentando en sus sitios: empujando libros, carpetas, mesas, sillas, que alguna se cae. Se sientan de cualquier manera y algunos hasta con el abrigo puesto.

-"...siete, ocho, nueve, ¿quéréis que lleguemos a diez y casco un exámen sin avisar y cuenta para el final o me callo ya?"

Se callan todos, Sarah, que es la delegada, ha dejado su charleta con Bárbara, que se quita el abrigo levantándose y organizando un buen revuelo, porque se le ve el tanga de pie, y me dice:
- "...que no Pilar, que no, que ya se callan".

Se oye un silbido desde atrás, porque Barbarita se ha agachado a coger del suelo la carpeta, y claro, se le ha debido ver hasta el fondo de la campanilla, pero desde atrás.

Los ánimos se revolucionan un segundo, mientras entra Javi por la puerta, con su flequillo repeinado y con su trenca de Lacoste azul marino.

-"Profa, perdona, llego tarde porque troncos: he mojao por fin con la Yoli"- dice para el respetable como si estuviéramos en el circo.

Yo, pensando en tirarlo yo misma a los Leones del circo, pero el de Roma, no salgo del estupor, pues se ha organizado en la clase en otro segundo un revuelo, que ni que la Belén Esteban hubiera vuelto con el Jesulín.

-"Tronco, cuenta, cuenta, ¿pero con la Yoli de Mostoles, la que se tiró el Tomás?", escucho entre las primeras filas mientras veo a la Jenifer decirle a todas las chicas que es un farol, que seguro que el Principito se ha tirado el rollo para fardar y que la Belén caiga por fin.

Mientras el Principito asiente, que sí, que es esa guarrilla y la Belén, que es la única que realmente parece tener más de dos dedos de frente y al menos habla como hay que hablar, se pone lívida con el comentario, yo me siento derrotada en la silla. No sin antes mirar a ver si las patas están en su sitio, que ya se cayó al suelo Aurora, la de Literatura, porque hacé unos meses a los angelitos se les ocurrió la genial idea de romperla y ponerla así, como si nada.

Me desplomo en la silla y no sé si reirme o llorar, pues yo venía dispuesta a contar la batalla de Lepanto e incluso a proponerles pasar el sábado en el Escorial, y si no hago algo ahora mismo, me ganan la batalla a mi, como ya me hicieron los de segundo de la ESO el año pasado.

Por no sé qué misterios de la naturaleza, empiezan todos a darse codazos, a callarse y a mirar a donde estoy yo, hasta que se hace un silencio incomprensible en el aula.

Los miro a los ojos, sobre todo a Alvaro, que me mira directamente pues se sienta enfrente mia. Tengo una mirada de asombro e incomprensión que les traspasa el alma a todos, pues se han callado e incluso el Principito mira para abajo.
Dejo un silencio teatral y calculado entre la mirada y abrir la boca.

-"Me deja vuestra desverguenza y desfachatez tan alucinada, que no sé ni qué decir. La verdad es que vuestra mala educación me deja sin palabras. Seguro que pensáis que soy idiota".

No es la primera vez que se lo digo y como algunos son chicos de buena familia, se averguenzan y se ponen muy serios.

Aprovecho la coyuntura, para repartir las fotocopias y les explico la clase sin que haya ninguna interrupción al menos en veinte minutos.
Por un momento, pienso que ha surgido efecto, que incluso me escuchan y que les interesa lo que cuento, que no dejo de llenarlo de detalles e incluso cotilleos de la época.

Mi gozo en un pozo, a escasos minutos de terminar la clase, suelo cometer esa absurda pregunta, que al comprobar los resultados, ya casi ni me atrevo a formular hasta fuera de clase.
-"¿Alguna pregunta?, ¿alguna duda?".

Se levantan varias manos, alguna que otra, que incluso extraña a una profesora que ya por leerles, tratarles y soportarles cada día, los conoce como si los hubiera parido.

-"Dime, Miguel, ¿hay algo que no hayas entendido?".
-"Profa, no acabo de comprender si la cocaína es mala o es peor fumar porros. ¿Tú qué prefieres, fumarte un peta, que seguro que te habrás fumado alguno, o meterte una rayita?. Es que en la tele..."

-RING, RING, RING, salvada por la campana, los chicos se levantan como un resorte, recogen sus apuntes y mientras yo obvio la pregunta, les digo inútilmente que para mañana se lean el comentario que les pasé antes en fotocopias, que lo haremos en clase para que vean como se hace.

Ya en la puerta, Miguel, que se ha quedado con las ganas, se viene como un rayo y me dice que está seriamente preocupado, que no sabe a quién preguntar, y que qué me parece lo de las drogas.

Yo, mirando la puerta de la clase, como si de un toril se tratara. Viendo un hueco para salir zumbando a otra maldita clase que tenía que dar, segunda, por cierto, de nada menos que cinco esa mañana, le miro a la cara para ver si le interesa realmente o si se está riendo de mi, y quiere encima chotearse de lo que diga.

-"Mira Miguel, yo se lo digo siempre a vuestros padres y os lo digo a vosotros ahora. Yo vengo a enseñaros Historia, que dudo mucho que aprendáis algo, pero oye, para eso me pagan. Lo demás es cosa de otros, porque educación sexual, educación vial, buenas maneras, psicología y medicina, eso es ya para otro precio, que desde luego las monjitas no me pagan".

Miguel, que está rodeado de todos sus amigos, incluída la buena de Belén (que a veces hasta me ha preguntado el nombre del libro que he mencionado en clase y tiene la intención de leer) me dicen que soy una tia enrollada, que molo, que si me preguntan a mi es porque se ve que tengo yo experiencia(que por cierto, no sé si tomarme a bien o a mal) y que es muy dificil preguntarles a sus padres, que nunca están o al psicólogo del centro, que viene una vez al mes y está para casos urgentes.

Gracias a Sor Asunción, que me llama en la puerta, los dejo con dos palmos de narices. Los de Segundo C se están revolucionando y tengo que entrar en clase cuanto antes. Así que salgo triunfal de semejante plaza.
Temblando de pies a cabeza y encomendándome a los dioses para que me den valor, fuerza y sobre todo apariencia, que en estos casos es lo que más funciona. Para que tenga yo energías suficientes como para aguantar las insinuaciones de Fernando, que se empeña siempre que saque a la pizarra a Tania, porque se le ven las bragas. Para soportar que Patricia pregunte en público si le hace falta una operación de tetas o si las tiene bien, o que alguno de ellos tenga a bien contarme quien es el gay de clase y el que va a Pachá porque es un pijo.

Pero, querido lector, y mira que he visto yo cosas en los colegios e institutos madrileños donde he tenido a bien tratar de explicar todo eso que en mis carpetas, volvía a casa muerto de risa, todavia, a día de hoy, sigo sorprendiéndome con la salidas de estos angelitos que tenemos por adolescentes.

Después de recibir piropos, anónimos, dibujitos que he encontrado de mi persona que ni en cien mil años hubiera pensado que era yo, regalitos y lloros cuando me he ido de un centro porque se acababa mi actuación y volvía la profe titular, confidencias en lo más íntimo porque me enrollo bien con los clavales o porque aunque borde y dura, al final era buena tía. Después de que me hayan tratado de colega, hermana mayor, me hayan visto como un ogro o incluso me hayan amenazado con una paliza una banda de Sarperos, que no me preguntéis quien son, pero unos con la cabeza pelada.

Después de todas esas preguntas incomprensibles, esas salidas, esa inquietud al salir a la palestra y tratar de que no se note que te tiembla el pulso. Después de todo, y pasando por el cambio generacional y por que nada tiene que ver lo que hacíamos nosotras con las monjas y las profas, con lo que hacen ahora los chavales.
En el fondo de mi, bajando ese peldaño que separa en la tarima al profesor del alumno, he llegado a entenderlos, comprenderlos, incluso a quererlos.

Y con lágrimas en los ojos me he ido siempre a casa cuando se me ha acabado un contrato o he tenido que abandonar a las bestias a su suerte. Y aún hoy, que estoy físicamente lejos de ellos, pero no en mi corazón, he recordado muchos casos, muchas preguntas y muchos días, que hubiera cogido a los angelitos del cuello y me hubiera comido alguno para que dejara de dar la lata.

Que con el tiempo hasta los he cogido cariño, y eso que fácil, lo que se dice fácil no lo tiene ningún profesor hoy en día, que podrán ir borrachos, separados, con una amiguita o con minifalda (como dicen a veces en los periódicos, poniendo verde el sistema y los profesores de hoy en día, porque en nada tienen que ver con los de antes) pero eso sí, que no vengan al centro en coche, si no quieren acabar con todas las ruedas pinchadas.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...