lunes, 16 de marzo de 2009

PEPITO


Hace buenísimo estos días en el pequeño pueblo de San Rafael.

Han vuelto a salir los colores de la primavera de golpe, derritiendo la nieve de las cumbres, pintando las copas de los árboles y sacando a relucir las tejas de las casas, que siguen sidendo rojas, aunque no las recordáramos ya. Las aceras siguen siendo de piedra, las carreteras que parecen más desconchadas que el año pasado, mantienen su color negro, a pesar de todo.

También han vuelto los sonidos.
El piar de los pájaros, el relincho de los dos caballos que tienen en la parcela de enfrente. Algún que otro grillo que, si sales a la terraza, oyes de noche. Las vacas pastan a dos metros de casa, tranquilas, mujiendo si el vaquero las azuza con un palo. Incluso hemos visto al tirar la basura, un pequeño topo muerto, boca arriba, con sus patitas de duende, con dedos y todo, abiertas e inertes.
No hay que irse muy lejos para entrar en el mundo de las Hadas y los seres de leyenda. Tan sólo están a dos metros de casa, si sabes mirar.

El vecino echó ayer el toldo porque hacía mucho calor y los niños de Celia han salido con sus bicis a tirarse por la cuesta de la calle, provocando un gran revuelo.
La urbanización ha vuelto a la vida, el pueblo está lleno de visitantes que han venido a abrir sus casas de verano. las vecinas salen a tender al jardín y los maridos han empezado a podar los árboles, que están los pobres, bastante perjudicados tras el frío que ha hecho este invierno.

También nos hemos dado cuenta, de que, ha vuelto el pajarito (ese que venía a comer las migas del bocadillo que dejó tirado mi hijo el otro día en el balcón de casa) una y otra vez toda esta semana.

Le hemos puesto un nombre. Se llama Pepito y le hemos cogido mucho cariño.
De hecho, le hemos estado esperando todas las mañanas mi hijo y yo, escondidos tras los visillos de casa, después de ponerle comidita todos los días, para que vuelva y volvamos a verlo.

Al principio, Pepito venía sigiloso, dando saltitos cortos y mirando para todas partes. Llegaba se comía un trocito, y volvía a salir volando, sin mirar siquiera si había alguien por ahi mirándolo. Ayer, sin embargo, se quedó en el balcón tranquilamente, sin pensar en si alguien más sabría que había allí un botín para unos cuantos, o si mi hijo saldría para asustarle, de detrás de las cortinas.

-"¡Qué valiente, mamá!", me dijo ayer Miguel, cuando le dije que Pepito ya no nos tenía miedo y que seguramente vendría ya todos los días. Tendríamos que ponerle pan, de ese que nos sobra del desayuno, para que venga a buscarlo todos los días, porque tiene unos cuantos hijitos y claro, si no se lo ponemos, pues no comerá.
Mi hijo se quedó muy preocupado, con esa carita del que quiere entender algo más de lo que le estás contando. Y que te va a empezar a preguntar por qué y por qué una y otra vez...

Me acordé de golpe de mi misma hacía unos años.

Todas las mañanas, mi abuela Flora, se levantaba, desayunaba y después se iba a la ventana a poner los trozos de pan que le sobraban, en el poyete de la ventana. Luego la cerraba, se ponía a un lado de ella, tras las cortinas de frutas y cuadritos que tenía, hechas por ella, y esperaba a que vinieran sus amigos.

Un día la descubrí en tan laborioso trabajo y me ordenó que sigilosa, esperáramos juntas a que vinieran los pajaritos a comer su comida.
Efectivamente, todos aparecieron en cuanto cerramos las cortinas. A su ventana no llegaban ni uno ni dos, venían docenas de pajaritos que cogían su botín y se marchaban a dejar a otros pajaros que cogieran lo suyo.

Me pareció una experiencia única, ver a mi abuela como benefactora de todos esos animalillos, que comían por ella, porque les dejaba pan en la ventana.
Como si leyera mis pensamientos, mi abuela me dijo que a algunas personas, Dios les soplaba algo al oído, todas las mañanas, para que dejaran alimento a los pájaros, que si no, los pobres se morirían de hambre.

-"Pues yo no oigo nada, abuela. A mí Dios no me ha dicho nada de dejar pan a los pájaros"- le dije yo, muy compungida, no sabiendo muy bien si es que Dios no quería encomendarme esa tarea o es que yo no le cogía el teléfono porque estaba comunicando.

Mi abuela miró un poco enfadada y me dijo.

-"Pues. esta mañana, Dios me ha dicho que como no te enteras tú de que tienes que hacerlo también, para eso está tu abuela, para recordártelo".

Me reí mirando a mi hijo atento al pajarito comiendo sus miguitas. Era bien cierto que en éstos años no había dejado las mijas para los pájaros en el balcón. Supongo que algunas lecciones se tardan en aprender.

Pero no era tarde todavía.
Había sido mi hijo el que me recordaba la lección que ya la abuela Flora me había dado hace años.
A partir de ahora, a alimentar a Pepito, o a quien se tercie, que para eso hemos vuelto a oir la señal.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...