lunes, 27 de febrero de 2012

En un resquicio del alma

En un resquicio del alma, en la misma puerta de la consciencia, ayer creí oír el eco de unas voces en la lejanía. Era un rumor lejano, una letanía. Un canto lento, pausado, casi callado que desde lo alto del acantilado venía amortiguado, cadente, silencioso y a la vez rítmico.

Al son de la música, planeando sobre nuestras cabezas, unos buitres leonados danzaban, mecidos por el viento. Al amparo de las voces que sujetaban su vuelo majestuoso, en un girar armónico, mágico, espectacular.

Me estremecí en lo más íntimo. Volvía a vivir, sin buscarlo, uno de esos momentos por los que merece la pena vivir, ser humano, ser precisamente yo...

Concentrada en la melodía, creí entender.

Eran las voces de los monjes del pasado. Eran sus cantos, evocados por el viento en su recordar melancólico, lo que escuchaba mi alma. Sí, mi alma ruidosa y ajetreada, empeñada siempre en los más baladíes menesteres. Olvidadiza, escurridiza, volcada en lo evidente, mi alma había olvidado lo que era importante.

Sin embargo, mi amigo el Universo se empeñaba de nuevo en que yo aprendiera, en que yo buscara entre la paja, lo realmente importante. Se empeñaba en enseñarme a pensar, a vivir, a apreciar la belleza en lo más sencillo, en lo que es de verdad.

Caminando entre las ruinas, sorteando piedras y tratando de imaginar entre los muros derrumbados, parte de la belleza de una ermita que se mantenía en pie tan sólo en sus cimientos, volví a sentir esa emoción, esa pasión, ese eco del pasado que no sólo me convirtió en arqueóloga, sino que me hizo como soy.

Arqueóloga del tiempo. Arqueóloga de las voces del pasado, de la impronta que dejaron otros para la eternidad. Arqueóloga de los sueños y las acciones del Hombre de antaño, de quienes vivieron antes que yo y construyeron con sus manos las esperanzas del mañana. Arqueóloga de los restos de hoy. De los restos que rotos pisan mis pies y los de mis hijos, sin pensar más que el tiempo ha hecho sus estragos y poco queda ya.

Simplemente, un eco para quien sea capaz de escuchar.

Un eco místico, sinuoso. Un eco callado que no pueden escuchar los cientos de turistas que vienen a ver La ermita de San Frutos en las Hoces del Duratón. Concentrados en captar con sus cámaras alguno de los buitres que se acercan, el cauce sinuoso del río que dibuja los contornos de las hoces a su paso o la belleza de Natura, que en todo su esplendor, nos desborda el alma, Desbordados con esa emoción contenida, no nos permitimos escuchar, no dejamos espacio al sonido de aquellas voces.

Ni siquiera yo. Pero, sin que pudiera evitarlo, por un resquicio de mi alma, se coló una nota ayer que me impulsó a agudizar el oído y seguir escuchando.

Sentada en la reja, asomada al balcón de mi misma, en el mismo acantilado de las hoces, yo me alejé del mundanal ruido y me sumergí en la letanía.

Eran las voces de los monjes cantando en latín.

Era su rezo profundo lo que escuchaba a lo lejos, que se iba haciendo patente y presente en mi misma abriéndose paso entre los velos de mi alma, tapada y abrigada de tantas cosas materiales que apenas dejaban al descubierto mi propia desnudez.

Los cánticos rítmicos y pausados parecían descubrir una paz en mi interior que había olvidado ya.
No era el mensaje lo que me abrumaba y me empujaba a sentir, sino más bien la cadencia la que me hacía olvidarme de todo y concentrarme en mis adentros, me invitaba a reflexionar sobre lo que realmente importa y lo que no.

-"Tumbas de los santos"-leyó en alto mi hijo,en la puerta del cementerio, mientras surgía inevitable la pregunta de qué era eso de ser santo.

Lejos de pensar en si mi hijo podía o no entenderme, a sus seis años, le contesté:

-Son Santos porque se alejaron del mundo y se vinieron aquí a rezar. A encontrar su propia esencia, su silencio. Porque dejaron todo atrás y apostaron por la pobreza, por vivir con poca cosa, sin apenas necesitar nada.

-¿Ni siquiera sus juguetes? - preguntó Miguel, incapaz de comprender que unos señores fueran capaces de alejarse del mundo y prescindir de sus juguetes para poder ser felices.
Pues sí que debían ser santos, sí, concluyó sin saber qué era eso de la santidad sino prescindir de tus juguetes y venirte a rezar a un sitio donde todo estaba roto y lleno de polvo.

Con sus zapatillas mágicas, con las que se corre mejor que el mismísimo Diego, que siempre le gana cuando va con botas, mi hijo se alejó corriendo, buscando entre las piedras del suelo alguna punta de flecha de los antiguos, pues en su mente, el pasado tiene la misma edad y confunde a los Neandertales con los monjes del siglo XVI.

Perdida en su sencillez de pensamiento, en la pureza de su razonamiento, escuché en mi alma a San Frutos, susurrarme al oído, que no hay como volver a ser niño, como confundirse con lo que nos rodea, con ser una piedra, un buitre leonado o con volar a merced del viento, pensamiento más perfecto y más adecuado para tratar de desentrañar esos enigmas complicados que el hombre del siglo XXI se empeña en descifrar.

Ayer, querido lector, hice caso al bueno de San Frutos y me dejé mecer por el viento entre las garras de un buitre que planeaba por los acantilados calizos. Me senté entre las ruinas de la ermita y escuché a los monjes cantar a maitines.
Dejé a un lado lo que importa, más allá del acantilado y por un resquicio del alma se me coló en lo más profundo, una añeja melodía de silencio.

Y sin entender muy bien por qué, fui feliz.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...