miércoles, 5 de enero de 2011

Conversaciones con mi barriga. Parte 2ª. El nuevo año que empieza

-No te lo vas a creer, Daniel, pero desde el año pasado no hablo contigo.

Me vas a decir que no lo entiendes, que es un lío. Que es verdad que llevamos tres o cuatro días sin hablarnos pero que de ahí a un año....que es absurdo, y tienes un poco de razón, no creas.

Todo se debe al cómputo de la Tierra, a esa manía que tenemos los humanos de establecer periodos, de contar el tiempo, de agrupar las sensaciones y las actividades según tablas y según parámetros.
Ya sé que te estoy hablando en chino, pero deja que te explique mejor.

Tú no lo sabes todavía, pero eso hacemos los humanos. En cuanto tenemos uso de razón, ya nos están explicando lo de las estaciones del año, lo de los días, los meses, las horas y los minutos.
Tu hermanito Miguel tiene un poco de lío con todo eso, y yo le entiendo. El pobre se pasa la vida escuchando planes, que vamos a hacer esto y lo otro, que mañana o pasado, que cuando sea mayor, cosas de esas. Él quiere todo ya, quizá por eso se pasa la vida también preguntando cuándo vienen los abuelos, o cuando vamos a ir a ver a sus amigos, o cuándo se acaba el colegio y empiezan las vacaciones, o cuando llega Papa Noel en su carro lleno de juguetes y aparca por casa.

Yo intento explicarle que hay calendarios colgados en la pared donde pone en qué día estamos y en qué estación. Relojes en las muñecas y en la pared que dicen qué hora es y si falta mucho para acostarse, para comer o volver del cole.

La gente sabemos donde estamos y qué hay que hacer gracias a ellos, y sin ellos, pues eso, que no sabemos vivir.

Ahora por ejemplo estamos en Navidad, a principio del Invierno. Los humanos además nos empeñamos en festejar todo este tipo de cosas, asi que cuando llegan estas fechas nos reunimos todos en las casas y nos liamos a comer, a cantar y a regalar cosas a nuestros niños y nuestros seres queridos.
Casi siempre las ciudades se llenan de luces y estrellas, y la gente está más contenta, más feliz. Luego llega el día 31 de diciembre y nos dicen que se ha acabado el año, que ya han pasado doce meses y que el año viejo no da para más.

Y eso es lo que pasó el otro día, desde que no hablo contigo. Era 31 de diciembre y era otro año, aunque no lo parezca, aunque parezca que han pasado tan sólo cinco días.
-Ah, bueno, si tú lo dices, me contesta Daniel un poco excéptico.

Ahora hemos entrado en el 2011. Se ha acabado ya el 2010 que ha sido un año muy malo hijo, para la economía mundial, para el trabajo, que han cerrado no sé cúantas empresas y han despedido a no se cuantísimas personas, que todo ha amenazado con desplomarse y que hemos tenido que apretarnos todos el cinturon porque estamos en crisis.
La crisis es una cosa que vivimos todos, que no llegamos a fin de mes. Todo está más caro, los sueldos congelados, las facturas cada día más altas y no se puede hacer casi nada.
Como diría tu hermano, todos estamos sin dinero, y sin dinero, no podemos ser felices..

Casi todo el mundo, si le preguntas, te dirá que quería que se acabara este año, sabes. Los humanos somos un poco tontos, y creemos que por eso de que pase una hora más, nos comamos unas uvas y lo deseemos todos en bloque, igual cambian las cosas y el año que viene viene lleno de alegrías, se solucionan las cosas y todo cambia.

Yo no estoy del todo segura. Dicen algunos iniciados, en ciencias que no todos los humanos comprendemos, que en realidad, sólo el deseo unificado de todo el mundo, puede hacer que el rumbo del universo cambie, y que igual si nos ponemos todos en comunión con el cosmos, las cosas pueden mejorar.
Ojalá que no se equivoquen, sabes.

Hoy, contigo dentro, pensando en que la cuesta de enero cuesta más subirla que con bolsas del mercado desde la estación de autobuses a casa, pienso que yo también me sumaría a esa plegaria.

Me gustaría, cariño, que vieras un mundo como yo lo he visto muchas veces. Un mundo lleno de promesas, de prosperidad y sobre todo en paz. Un mundo injusto, donde los ricos despilfarran lo que los pobres no pueden soñar, porque la mayoría se mata a trabajar para poder vivir, pagar sus deudas, darle un buen cole a sus hijos y una buena vida. Una vida que pasa rápido, entre problemas, trabajo hasta las tantas y poco que hacer cuando queda tiempo, pero donde al menos se pueda ir los fines de semana al campo, se pueda comprar de vez en cuando un juguete y donde se pueda celebrar todavía la navidad con un poco de turrón y las doce uvas el 31 de diciembre.

Ya sé que no sabes muchas cosas, que no has probado el turrón y que eso de las uvas te suena a chino, pero déjame que te cuente que en esas celebraciones de los humanos, casi todos tenemos nuestros deseos ocultos que queremos que se cumplan el año que viene.

Cuando suenan las campanadas de fin de año, cada cual con su platito de uvas, esperando que el reloj suene en la Puerta del sol, en Madrid, todos sin darnos cuenta, empezamos nuestra plegaria sin palabras.

-Universo, ayúdame este año a que las cosas vayan mejor, a que el año que viene estemos todos aquí y si viene alguno más, que esté con bien. Ayuda a los dignatariosa que tengan un poco de criterio. Ayuda a que haya paz, para que se abra camino la economía. Para que todo vaya mejor, para que la gente no pierda los nervios o la perspectiva. Ayuda a las familias que no tienen nada o que se van a quedar en la calle. Ayuda a la vecina para que todo le vaya bien, o a mis padres para que estén tan bien como este año.
Ayudanos a todos, especialmente a nosotros, que para eso el ser humano es de naturaleza egoista. Ayudanos a llegar a fin de mes, a pagar la hipoteca, a seguir teniendo trabajo, a disfrutar con salud de la vida, de lo bueno que tiene, de nuestros hijos que van creciendo.
Este año además, Daniel, no podía dejar de pensar que, el año que viene, cuando acabe este 2011 que ahora empieza, seguramente tú estarás trasteando por el salón, agarradito a la mesa baja, como ya hizo tu hermano, cuando tenía apenas ocho meses.
Estarás vivo y podré mirarte la carita, abrazarte y darte besos.

Seremos felices entonces, pensamos todos, con la cabeza llena de promesas y de propósitos para el nuevo año, pero sabiendo en el fondo que ni vamos a adelgazar más, ni nos vamos a apuntar por fin al gimnasio o gastar menos en las rebajas.
Que todo son promesas, deseos que todos tenemos y le pedimos a los Reyes Magos o al nuevo año, o al gordo de Papá Noel.

Y esa es la época que estamos viviendo, Daniel, lo que pone en el calendario. En la palabra Diciembre y los primeros días de Enero, debía poner en mi agenda que es el mes de las promesas, de los deseos, de los propósitos, del cambio de año, de calendario y de dígito en la fecha. Y este año es especialmente mágico, porque no queda mucho para que vengas tú.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...