lunes, 18 de junio de 2012

Creer...

Hoy, que he dormitado sentada, a medio camino entre la alergia y la preocupación por un futuro incierto de lo más cercano y aterrador, he visto recortada en mis imágenes, la silueta de un recuerdo, una señora un tanto singular.

No la recordaba siquiera y curiosamente, se me ha aparecido hoy en mis imágenes de duermevela. Era una mujer indómita, vieja, desaliñada y monjil que nos daba clase de ciencias en el colegio de monjas.

Es curioso, la gente más insospechada, la más extraña, es, sin que sepamos explicarnos muy bien por qué, la que luego más apreciamos, más recordamos, más forma parte de nuestra vida, de nuestra enseñanza. La que más nos hace pensar.

Emilia Pita se llamaba. Entrada en años, en rarezas y sobre todo en dioptrías, entraba la mujer en clase casi cada día para darnos Física y química. Y si bien puedo decir con acierto, que poca Física de ella aprendí, (pues luego nos costó Dios y ayuda entender los entresijos de tan difícil materia en la carrera) debo reconocer, con el paso del tiempo, que al menos, al menos, me enseñó tres cosas que me han servido en la vida tanto como para no poder dejar de reconocer que era una de esas profesoras que por enseñarnos algo, se convierte en Maestra.

Nos enseñó con un afán férreo y casi obstinado a hacer esquemas y guiones de las materias que estudiábamos. Y si bien no entendimos nunca de sus explicaciones qué narices era la fuerza y por qué había que multiplicar la masa por la aceleración, sí que aprendimos que como sintetizar lo leído después de subrayado y hacer un esquema, no hay manera de estudiar ni entender lo que quieres aprender.

Gracias a ella y a su enseñanza, siempre incluyo ese menester cada vez que me adentro en los entresijos de un nuevo alumno que no aprueba ni para atrás o que me dice que no sabe entender lo que ponen los libros, y gracias también a eso, han aprobado muchos de ellos y han aprendido algo, así que doy por buena simplemente esa enseñanza.

Pero lo que más recuerdo, señora mía, eran aquellas lecciones cargadas de filosofía y de saber de andar por casa, que decía ella misma, que si bien no incluían las fórmulas que en el libro venían en negrita, si que nos mantenían distraídas, atentas, incluso buscando en sus entresijos algo con lo que luego hablar en el recreo o reírnos después de clase.

-A ver, señorita Zamora, este guión está muy bien. Aprenda usted, señorita Soto, que al suyo le faltan algunos puntos. Quizá es que no ha entendido usted bien lo que es importante o no.
Tenía yo una alumna...

Empezaba a decir mientras todas sonreíamos, sabiendo de sobra la anécdota que nos iba a contar.

...Era una niña muy sabia. Decía que no entendía las sumas ni las restas y que por eso había desarrollado un truco. Decía que si no pasaba todo a naranjas, no entendía nada.
Una cosa era creerse que dos más dos son cuatro, y otra bien distinta era saber que si tienes en un cesto dos naranjas y pones otras dos, pues bien claro estaba que allí había realmente cuatro naranjas.

Y eso, queridas niñas es lo que hay que hacer en la vida. Cuando las cosas se pongan difíciles o no entendamos algo, "hay que pasar todo a naranjas".

Pasar todo a naranjas, pasar todo a naranjas. No tienes ni idea, querida Emilia, de la cantidad de veces que he pasado yo a naranjas los más variopintos asuntos y he tratado de comprender las situaciones más difíciles de la manera más simple.

Aquella mujer nos estaba hablando de la reducción a lo simple a lo concreto, a buscar en lo incomprensible algo donde agarrarnos, pasándolo a algo que realmente entendamos o sepamos comprender.

Vamos, que la Pita, que así la llamábamos, estaba dándonos una lección magistral sobre lo que supone para el cerebro el establecer vínculos con lo ya conocido para acercar lo nuevo a la distancia óptima y así establecer conexiones que nos ayuden a integrar el nuevo conocimiento.

Que era una Genia, vamos, o que había estudiado ya las teorías del Cognitivismo y las últimas tendencias del conocimiento, concluía esta mañana, haciéndome el té, y recordando aquella mujer tan especial que tanto nos dejó como legado.

Pero, si hay algo que recuerdo especialmente. Si una enseñanza me ha servido para la vida como ninguna, es la que he dejado para el final, que no por ser la más sencilla, es la que para mi constituye el secreto de la vida y lo más importante que un ser humano debería aprender.

Cuando nos explicaba algo muy difícil, o cuando alguna niña preguntaba, en el colmo del atrevimiento, pues allí no replicaba nadie, algo que no entendía y que resultaba muy complejo de explicar por medio de fórmulas o de razonamientos que ya en la carrera pretendían los sesudos catedráticos que aprendiéramos de memoria, se plantaba en jarras en medio de la pizarra y exclamaba:

-Ay señoritas mías, he ahí el quid de la cuestión.

Si bien es cierto que en la vida hay muchas cosas que el hombre se atreve o intenta explicar, con el tiempo yo he aprendido que todo es cuestión de fe. Y señoritas, yo tengo mucha fe.
No son sólo los artículos de fe de la iglesia los que yo intento aceptar como válidos, sino prácticamente todo en la vida.

Cuando me levanto de la cama y pulso el interruptor, tengo fe en que se encenderá la luz, y cuando no se enciende, tengo fe en que alguien sabrá arreglarlo, porque a mí se me escapa tanta complejidad.

Cuando como algo, tengo fe en que me sentará bien, y cuando me pongo mala, tengo fe en el médico, que sabrá como curarme sin que yo entienda bien cómo lo ha hecho.

Cuando voy por la calle, tengo fe en llegar a mi trabajo sin que ningún artefacto de esos, de los que ignoro totalmente su funcionamiento, me atropelle porque conduzca más rápido o el conductor se despiste.

Tengo fe en que cuando voy en avión el bicho ese de acero no se caerá, o cuando me monto en el metro, que me llevará hasta mi destino sin ningún problema.

Tengo fe en que mis pulmones seguirán respirando o que seguiré viva mañana sin que pueda entender el por qué, porque queridas niñas, sin fe, no se puede vivir en este planeta, suponiendo que de verdad, estemos viviendo en este planeta...

Recuerdo todavía las risas que nos echábamos todas recordando todas esas anécdotas, que por lo visto una de nosotras se encargó en escribir, para recordar y contabilizar lo que se repetía aquella señora, y sobre todo el tiempo tan precioso que perdíamos sin estudiar la dichosa y odiada Física, escuchando tan soberanas estupideces.

Sin embargo, si bien soy incapaz de recordar el Ciclo de Kreps o cómo se resolvían las integrales malditas, sobre todo cuando tenían logaritmos neperianos. Si bien no recuerdo yo el nombre del político que gobernaba en Alemania en la primera Guerra mundial o qué era el complemento del nombre. Si bien he olvidado la teoría de la relatividad de Einstein o qué demonios era la Entropía, nunca he podido olvidar las enseñanzas de la Pita.

Y después de mucha filosofía, después de estudiar mucho en los libros. Después de pasarme y echar una ojeada al mundo oriental y buscar una trascendencia más esencial en la interpretación de la realidad, he entendido que las enseñanzas de mi Maestra eran lo más acertado a lo que he estado nunca de la verdad.


Sólo nos queda, como decía Emilia Pita, una sola cosa a la que agarrarnos en los momentos de más incertidumbre o cuando nos paramos un segundo a pensar en qué tenemos a nuestro alrededor: la fe.

Sólo nos queda, amigos míos, creer en la vida, creer en nosotros mismos, creer que venimos a este mundo a aprender algo y que por eso existen desgracias, sinsabores, que por algo estamos aquí.
Sólo nos queda, agarrarnos a nuestras más firmes convicciones, equivocadas, seguramente, y seguir adelante.

Y mientras tanto, creer, creer...

A LA MEMORIA DE MI PROFESORA DE FÍSICA, EMILIA PITA.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...