lunes, 27 de abril de 2009

ESCRIBIR PARA VIVIR, VIVIR PARA ESCRIBIR



Me han preguntado muchas veces, últimamente, ¿por qué escribo?, ¿por qué pierdo el tiempo? o ¿cúal es la finalidad de mi escritura?.

Es una buena pregunta, sí señor, pienso siempre que recuerdo que las preguntas más sencillas, son las más difíciles de contestar.

No ha nada tan difícil como contestarle a un niño o tratar de explicar a alguien que te conoce, por qué te gusta algo o porqué forma parte de ti o de tu rutina.

Es, ciertamente, algo que requiere una reflexión más profunda.

Antes de ayer estuvimos en Segovia. Hacía frío, y eso que el viernes, salíamos de casa con manga corta y si me apuras con bermudas. Yo iba con una faldita muy mona, que a Antonio le gusta mucho, y no podía más de la tembladera que me estaba dando ir por la calle. Encima, como cada cosa tiene su afán, el nuestro era ir buscando un cable USB o no se qué para la cámara de video de mi marido.

Llevaba al niño de la mano, que se paraba delante de mis pies, para que le prestara atención. Nos iba diciendo una y otra vez, que dónde estaba la juguetería en Segovia y que por ahí no era. Y que, después quería ir a los coches que dan vueltas a dar una, una sola que es muy caro, en un cohete con luces que sube y baja. Yo le decía que sí, que en un momentito, hacíamos lo que él quería, mientras Antonio miraba desesperado por las calles por dónde pasabamos una maldita tienda de informática abierta, porque, seguramente, hasta en Segovia, la gente utilizaba los ordenadores.

En un momento, consabido y repetido, para mi, se paró el tiempo. Casi no oía los ruidos de la calle, mi marido preguntándome cosas, ni siquiera, a un perro ladrar constantemente. Me hallaba fascinada por la atmósfera de un sábado en una capital de provincias.

Las campanas de la Catedral sonaban a lo lejos anunciando que eran las doce en punto. Una bandada de cigüellas, movía sus alas con ese sonido inconfundible que ahora ya sé interpretar, pues será su manera de comunicarse unas a otras, para orientarse, para saber a dónde ir para buscar su comida.

Las calles empedradas, directas al magnífico Acueducto, estaban atestadas de turistas con sus cámaras y de provincianos, vestidos con sus mejores galas y paseando tranquilamente. Parándose cada dos por tres con cuantos vecinos o amigos se iban encontrando en su lento y cadente paseo arriba y abajo por la calle peatonal.

-"Muy buenas, Faustino, ¿cómo va su hija?. ¿Está ya un poquito mejor?".

Faustino, que va del brazo de su señora, y paseando al nieto en un cochecito tapado con una capota azul, se para tranquilo y contesta que sí, que ya ha salido del hospital y se recupera en casa de los padres de su marido. Que ellos se hacen cargo del niño y que están felices, recuperando el tiempo, los años perdidos, la ilusión por los nietos y los juegos de niños.

Se despiden, por lo visto el otro, quería acercarse a la Plaza, que hay unas jornadas gastronómicas esta semana, y su mujer ha preparado su plato favorito. Van a probar suerte, a pasarlo bien y luego, encima, les invitan a comer.
Le cuenta que van casi todos los de la Peña, y que se les disculpa a ellos por lo de la hija, que ya se lo contará su mujer cuando se acerque a que prueben un platito que les han dejado reservado, para ellos, de las migas que presentan.
-"A más ver", se despide Faustino.
El otro hace lo propio.

Los sigo un rato con la mirada. Van en direcciones opuestas, incluso hemos recorrido con Faustino y su nieto, unos pasos más.
Me ha parecido un viaje en el tiempo, donde visito y vivo la España, que algunos bien llaman profunda, pero que a mi me parece cargada de encanto, de tradición que no muere, de hombres y mujeres que bien pudieran ser del siglo pasado, y quién sabe si de muchos siglos antes.
Me pregunto con nostalgia, con esa nostalgia de tiempos futuros que todavía no han ocurrido, pero que están por llegar, si en unos años, en unos lustros, podría encontrarme a un Faustino, paseando por el Paseo de Fernandez Ladreda, camino de la calle Cervantes, con su nieto en un cochecito, saludando a sus vecinos de siempre.
A otro Faustino que ni siquiera es capaz de sospechar que nosotros, que nos hemos cruzado con él, vinimos en un avión de Bruselas la semana pasada y que estamos buscando el maldito cable de conexión USB para pasar los videos de la cámara a un formato digital que pueda guardarse en un Pendrive y que podamos sacar de un disco duro, para que mi hermano pueda copiarlo y tenga en su propio ordenador, no sé cuantas gigas de imágenes de su sobrino.

Que alguien me perdone si lo que he puesto es un despropósito, pero seguramente, de todas todas, lo es.

En mitad de un paseo por el tiempo, donde no hay rincón en sus edificios, en sus paredes, en el adoquinado que pisamos o las torres de las iglesias, la Plaza Mayor o el Ayuntamiento, que no recuerde en Segovia los tiempos pretéritos. En el escenario de un cuento antiguo, donde se respira paz y sosiego, donde la civilización no ha conseguido abrir sino un bache en los alrededores, en los barrios residenciales o en Nueva Segovia. Pero, donde todavía es posible volver a los orígenes, a un espacio y un tiempo que aún llevan impresos la impronta de sus recuerdos, de sus habitantes, de sus sonidos, de sus olores a Migas o a Cabrito, a judiones recién hechos o a cochinillo, (que por eso se coge uno el coche y se va un sábado allí) resulta que en realidad el progreso no ha parecido tener cabida.

Los lugareños hoy estan pendientes de las comidas que hacen sus mujeres, de ponerse sus mejores galas, de echarse un abrigo por encima y salir a la calle a pasear. Están ajenos a todo, porque son incapaces de imaginar, que nosotros tenemos prisa. Mi marido anda de los nervios por que los segovianos no abren sus puertas, al menos las de las tiendas de informática, los sábados por la mañana. Y no hay tiendas de Orange para preguntar cómo se puede hacer un contrato de Internet, para poder conectarse en todas partes, pues sin él, pocas cosas se pueden hacer ya.

Es verdad. ¡Qué pocas cosas sabemos hacer los hijos de la tecnología sin un ordenador o internet!. Siquiera saber de otras personas, traducir una palabreja que no entendemos o mirar cómo se llega a un sitio. Porque otro gayo nos hubiera cantado si llegamos a mirar las tiendas de informática abiertas en Segovia, por el Google.

Sin ir mas lejos, pienso, si ahora mismo tuviera mi pórtatil en pleno funcionamiento, le pediría a mi marido que se llevara al niño a los coches esos que dan vueltas. Me sentaría entonces un café a abrirlo aquí mismo.
Con conexión Everywhere, podría entrar a mi página, a mi blog para escribir mis impresiones. Para ser capaz de plasmar una experiencia, la atmósfera que me rodea o lo que hoy ha cambiado mi forma de ver la vida y mi realidad en un segundo mágico, que no he hecho sino mirar a mi alrededor.

Me siento tremendamente afortunada. Vivo para escribir y escribo para vivir, contestaría sin más a quienes están interesados en saber, cómo es mi rutina, cómo está integrada la redacción, la exposición de ideas, el orden y el concierto, el afán por contar historias de las cosas más habituales, más normales. Mi deseo irrefrenable por relatar, por crear, por dar sentido a la vida de otras personas o a la vida misma, que también es la mia, y merece ser leída, contada, utilizada, expresada.

Llego a casa y me quito la dichosa faldita. Con mi chándal puesto, (pero el viejo, eh), con una cinta en el pelo para que no me molesten mis greñas y calentita al lado de la calefacción, enciendo el ordenador. Abro mi página, miro mi correo y trato de recordar qué ha hecho que un paseo por Segovia, haya convertido una mañana de prisas y agobios, en un trozo de algo que merezca ser recordado.

No lo pienso mucho. Pongo mis dedos encima de las teclas y empieza el frenético y consabido pulsar compulsivo.
-"Está todo", me digo cuando después de una media hora o tres cuartos, estoy exhausta, con los riñones al jerez de forzar la columna en una postura ergida y correcta y los dedos cansados de tanto teclear.
Quisiera repasarlo una y mil veces, ver los fallos, las faltas de ortografía, si hay algún error gramatical. Pero mi inquietud, mi impaciencia y mis ganas de lanzarlo al mundo, son aún más grandes que mi razón, mi disciplina o mi sapiencia, pues de sobra sé que, si lo hubiera leído una y otra vez, seguramente, estaría mucho mejor escrito.

No me importa. El proceso es lo relamente valioso. La idea, el plasmar una realidad que necesita cobrar su importancia, llenarse de sentido. Un segundo, un minuto, un paisaje o un personaje, que se salga del marco y diga, señores, aquí estoy.

Nada más, y nada menos...

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...