viernes, 24 de diciembre de 2010

Pasando por las pantallas de la vida. 2º parte

Llamé a Rebeca para contarle lo de Eugenia, un lunes por la tarde, sobre las ocho y media.
No estaba en casa, su madre cogió el teléfono con muchas prisas, pues tenía que dar la cena a Zoe y acostarla pronto.

-No se preocupe, soy Sara, una amiga del colegio de monjas, quería hablar con ella de unas cosas- argumenté cuando la madre me preguntó qué quería.
-Pero, ¿la Sara de siempre, la hija del lechero?, me preguntó sabiendo perfectamente quien era yo.
Le contesté que sí y su tono cambió totalmente. Me saludo efusivamente y me preguntó qué tal me había ido en la vida. Luego, la mujer se echó a llorar. Por el tono de su voz entendí que nada bueno estaba pasando y que si algo tiene una pena, es que no hay como un desconocido que se acerca a ella, para contarle su vida y milagros.

Ahí estaba yo.

-Pues hija, Rebeca está en el hospital. Ha perdido a su niño y ya estaba de siete meses. No es que me alegre, claro, pero dadas las circunstancias quizá haya sido el menor de los males.

Dejamos ambas un tenso silencio, moqueó un poco y siguió con su relato.

-La niña no pudo soportar enterarse que David estaba con cólera en Haití y se vino abajo. Quiso coger el primer avión hacia alli, aunque no quisimos permitírselo. En el camino al aeropuerto empezó a sangrar y en el hospital está todavía.

Yo me quedé perpleja, no era cuestión encima contarle a la madre lo de Eugenia.

-No tenemos noticias de David, tampoco. Su madre está desesperada, pero conociendo a esa vieja arpía, seguro que nos echa de su casa en cuanto tenga ocasión. Que mucho me temo será muy pronto, porque ese chico, en ese ambiente y sin medios, Dios no lo quiera, pero no va a aguantar...

-Vaya, lo siento mucho, dije por no sabe qué decir.

La madre siguió gimoteando, diciendo que ya lo había augurado ella, que todo esto no podía salir bien. Que su pobre hija era un dechado de desgracias, una tras otra, que quizá por su trayectoria y por las cosas que la vida le había traído, no había tenído lo que se dice suerte y que ella poco podía hacer ya a su edad y sin fuerzas. Pero, sobre todo, sin entender absolutamente nada.
Vamos, que me puso el alma a la altura del dedo pequeño del pie.

-No se preocupe, dije para dar por concluída la conversación, la llamaré en unos días para ver como sigue. Sólo quería invitarla a una comida de amigas que se reúnen después de mucho tiempo, pero dadas las circunstancias, no creo que pueda venir.

No me atreví a llamarla en mucho tiempo y como para saber desgracias uno prefiere esperar a que vengan solas, quise olvidar lo que a Rebeca y a Eugenia les estaba pasando hasta que Susan me llamó para la siguiente reunión de amigas y acudí a la cita como cada año. Más que nada para no perder el contacto y hacer un pequeño paréntesis en mi vida, en el que te concedes incluso la pequeña licencia de compararte con las demás.

Muy delgada, demacrada y con aspecto de tener diez años más, pero con la sonrisa pintada de carmín, estaba esperando Rebeca en la esquina de la calle, frente al restaurante.
Me acerqué y la saludé efusivamente, pues de sobra sabíamos las dos que su madre me había contado todo.
Ella sin embargo me preguntó a mi por mis hijos, por mi trabajo y mi marido, y bromeó acerca del tiempo tan malo que hacía y que las otras llegaban tarde.

Enseguida llegaron y no tuve tiempo de preguntarle cómo estaba, cómo había superado todo y si realmente las cosas habían empeorado para ella. Sin embargo, estaba claro que era una superviviente. Que si de algo le había servido su vida, era para pasar pantallas, como ella decía siempre, sin perder la sonrisa, sin perderse a sí misma.

-¿Sabéis qué tal anda Eugenia?, preguntó Susan ya en los postres, después de que pedimos la carta, estuvimos bromeando de los kilos de más de Isa o de la operación de pecho de Maribel, del novio de Esther, que se había quedado viuda o de los bomberos que habían venido mi casa mientras dormía y creía haberme despertado ya en el cielo, rodeada de ángeles cachas.

Rebeca, que hablaba en ese momento con Isa, se dispuso a escuchar y a decir algo, pero se quedó con la frase colgando de la campanilla.

-Bueno, pues estuve visitándola el otro día en la Residencia donde está y lo cierto es que está como siempre- contestó Maribel.

Estaba claro que Rebeca se había perdido algo, aunque no pudo dejar de decir.

-Pero, ¿estamos hablando de esa pija que se tomó un té conmigo, que por cierto pagué yo, que soy la pobretona?. ¿La misma que ridiculizó mi aspecto y se rió de mi, restregándome por la cara su posición y lo bien que lo había hecho todo en la vida?.
¿A dónde fuiste a verla a su Residencia de Aspen?.

Todas nos quedamos calladas.

Por ser yo la culpable de su ignorancia, le expliqué que no, que Eugenia estaba arruinada, que si estaba en una residencia era porque sus hijos no querían hacerse cargo de ella, y que al menos la mantenían allí para no tener que cuidarla.
Rebeca no acababa de comprender que una mujer tan riquísima se hubiera arruinado de la noche a la mañana.

-No son así las cosas en la vida, amiga, y tú lo sabes. El día que quedó contigo ya estaba arruinada, aunque ella intentó negarlo hasta que le embargaron la última casa.
Ni hijos en el extranjero, ni marido forrado, ni nada de nada. Pero, sabes, ella no quería aceptarlo.
Ni eso ni la enfemedad degenerativa que tenía, que por cierto, ¿cómo no te diste cuenta que iba en una silla de ruedas?- le pregunté a Rebeca.

La pobre no salía de su asombro. Mucho menos cuando le conté que Andrés habia fallecido a consecuencia de un ataque al corazón, porque no pudo soportar que se le hundieran todas las empresas, y que Eugenia, casi sin recursos, estaba casi paralizada, como una ancianita, sóla y diciéndo a las visitas que estaba en tratamiento, pero, que muy pronto, la iría a buscar su marido cuando volviera de sus negocios en Suiza, para que descansara en su palacete de Santander.

-¡¡Qué centrados en nosotros mismos nos hallamos!!, dijo gravemente. Pensar que me sentí empequeñecida, frágil, estúpida al no haber sabido aprovechar los atajos de la vida, las trampas que podemos gastarle al destino para engañarlo un poco. Le reproché que se había saltado unas cuantas pantallas de ordenador y que vivía en una pantalla irreal y sobre todo en la misma. No tenía ni idea hasta qué punto tenía yo razón. Eugenia será siempre incapaz de pasar de pantalla.

Las amigas nos quedamos de piedra, yo intuía lo que Rebeca quería decir, pero Susan le pidió que se explicara mejor.

-Es un simil que utilizo ahora con los adolescentes que no quieren estudiar y me dicen que es un rollo eso de aprender. Les digo siempre que no es cuestión ni de conseguir un mejor trabajo, ni de aprender un montón de nombres o de malgastar el tiempo mientras otros se lo pasan bomba, bebiendo y fumando porros. Es más bien aprender a tener el criterio suficiente como para saber salir de las situaciones que las pantallas de ordenador del juego de la vida nos ofrece. Poder pasar de pantalla para lograr al final ganar el juego. Sabiendo qué herramienta coger, qué pasillo o qué arma utilizar, será más fácil llegar al final. Todo eso, a mi me lo ha ofrecido estudiar como una loca o leerme cientos de libros.

Todas se quedaron calladas y asintieron, en realidad Rebeca lo había explicado muy bien. Eugenia seguía en su mundo y allí estaría bien, cuando era incapaz de cambiarlo o al menos pasar de pantalla.

-Aunque visto lo visto, repasando mis pantallas y lo que he aprendido, igual es mejor estar siempre en la ignorancia más absoluta y en la misma pantalla- concluyó, sabiendo que ninguna de las que estábamos presentes, por mucho que hubieramos pasado en la vida, nos cambiaríamos ni por un instante con Eugenia.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...