miércoles, 17 de marzo de 2010

Quemando a Bob Esponja.

-Mamá, mamá, ¿pero, dónde está Bob Esponja?- preguntaba mi hijo sin parar desde el mismo momento que salimos de la estación del Norte en Valencia y empezamos a ver personajes de cartón piedra embalados o a medio montar desperdigados por las calles.

-¿Por qué Bob Esponja, hijo?. Estos son muñequitos, fallas. ¿Sabes lo que es?.
Me miraba como si no entendiera nada, como si estuviera un poco loca. Con esa cara que pone en evidencia al más pintado, pues enseguida entendemos que los mayores nos explicamos francamente mal.

-A ver, Miguel, son estatuas que hacen los señores para luego quemarlas. Hacen una fiesta grande y queman todos los muñequitos. Pero no son muñecos de niños, son de mayores. ¿Lo entiendes? - razonaba con su hijo, Antonio, para acabarlo de arreglar.

Miguel nos miraba sin entender una palabra.
¡Qué complicado lo hacemos todo!, pensé yo al comprender que, para todos los niños, ahora, si hay un muñequito famoso ese es Bob Esponja, por lo tanto, más que lógico es que si vemos muñequitos por todas partes, tarde o temprano aparezca Fondo de Bikini.

En seguida le dí la razón. Estaba claro que Patricio, Bob y Calamardo tenían que estar por ahí. Así que los tres dias que estuvimos por alli, el objetivo era desde luego encontrar a nuestro amigo, casi familia ya de todos nosotros, por mucho que nos pese a algunos (entre los que me incluyo, que es oír la risita del personaje y me pasa como a Calamardo, que creo no poder soportar el soniquete, una vez más).

No hubo mucha suerte, más bien ninguna. Que si bien vimos a Aznar vestido de Cowboy, con sus pistolas y todo, a la simpar Belén Esteban con el amigo Jorge Javier, a Zapatero en sus zapatos o a Alaska, emulando la famosa movida Madrileña. Si bien el tema era la temida crisis, bien vestida de Dragón, de Bruja sobrevolando las cabezas de los temidos terrícolas o de fantasma que cubre todo con su manto, no había ni rastro del tal Esponja. Y eso que fallas infantiles había y muchas.

¡Qué desilusión!, pensé al ver truncado cualquier atisbo de fantasía hecha realidad. Menos mal que los niños si no es con una cosa, será con otra, se apañan, pues con los churros de chocolate y un poco de horchata, conseguimos apaciguar el desconsuelo que sentía la criatura por no encontrar entre tanto muñequito, el más famoso entre los famosos.

-¡No puede ser, mamá, no está!.

Lo que los niños aprecian y entienden de los personajes que hacen historia para ellos y sobre todo lo que les gusta, no pasa por la angustiosa crisis económica, la cola del paro o la precaria situación a la que este año se ven sometido el pueblo llano. Por mucho que se satirice desde los Ninots, cuyos muñequitos se chotean, por no llorar, lo cierto es que ni en las fallas se había conseguido captar la verdadera importancia de la realidad de Miguel.

Para mi hijo, del que aprendo cada día más que de un Dalai Lama en todo su poder, lo que resulta verdaderamente importante es encontrar un rinconcito para la imaginación, para la fantasía, para colarse un segundo en Fondo de Bikini.

Y no dejaba de preguntarme yo, si gracias a ir de la mano de un niño y perderme en el absurdo festejo de fuego, que terminará realmente con todo lo que veíamos. Si en medio del ruido, los petardos y color que se había convertido Valencia en estos días. Si allí mismo, donde se habia creado un espacio para la imaginación, para lo irracional, no había conseguido yo envuelta en la atmósfera, nadar un rato por esos lares, por mucho que no encontráramos por ningún lado las hamburguesas del Crustaceo Crujiente.

El despropósito, el absurdo, lo que nos rodeaba no era más que eso, un reflejo, una ilusión en la que creemos hasta que dejamos de ser niños. Cuando la vida sigue su curso, cuando nos hacemos mayores, hacemos como en las fallas: terminamos quemando todo lo que es ilusión, fantasía, todo lo que es una sátira de la vida, lo que no es real.

-Tiene sentido entonces, eso de quemarlas, aunque es una pena...-dije en alto ante el estupor de mi marido, que con la cámara fotografiándo a diestro y siniestro, ni se paró a pensar en que las torres de colores tenían los días contados.

-Es una pena, sí, asintió, cayendo del guindo. Pero, ¿por qué dices que hay que quemarlas, cariño?- preguntó sabiendo que algo barruntaba mi cabeza, si mis ojos no miraban lo que veían, sino que estaban perdidos en la lejanía.

-Es por lo de Bob Esponja. Tu hijo tiene razón. No está por aquí y debería estar de alguna manera.
Mi marido no acababa de entender.

Y la verdad es que es difícil de explicar. En este mundo real donde vivimos, poco espacio queda en los mayores para buscar a Bob esponja.

Pero, clavando mi pupila azul en tu pupila, me pregunto, querido lector:
¿Es más real el materialismo en el que vivimos que el mundo de la fantasía?. ¿Es tener más los pies en el suelo el vivir el pesimismo que nos envuelve que buscar una alternativa razonable que nos obligue a alejarnos de lo que vivimos y nos haga sonreir, entender a nuestros hijos y lanzarnos en la búsqueda de Bob?.

¿Por qué, me he preguntado siempre, tiene que ser más real la muerte, el terrorismo, el hambre, lo que vemos en la tele que pasa en otros lugares y nunca hemos visto, que ese mundo imaginario que vemos en los dibujos animados, en las películas, en los cuentos, cuando cerramos los ojos y vemos otros colores, otras formas, otros mundos?.

-¿Por qué merece más estar entre los muñequitos Belén Esteban que Bob Esponja?.

Mi sabio hijo, como siempre, tiene mucha razón. Y también esa cabecita racional que nos empeñamos siempre en mantener cuerda, me replicaba ese ángel malo que siempre es el abogado del diablo. Pues lo más razonable a fin de cuentas es quemar todo aquello que no acaba de encajar en el mundo real. Cualquier cosa que nos recuerde que hay mundos alternativos, que hay quien dedica su vida a la imaginación. Quizá quien desperdicia sus sueños y los quema en un instante.

-¡Así es Valencia, así son los valencianos!, me decía una señora en el bus, como adivinando el hilo de mis pensamientos. No hay lugar donde se acabe tan pronto y encima sin pensar, con el trabajo de todo un año. ¡Estamos locos!.

-¿Y no lo estamos todos?, le dije casi riendo, haciéndo reir a carcajadas a la mujer que se sentaba a mi lado.
Las dos sabíamos que ambas teníamos razón.
Queda poco espacio para la fantasía, y lo que nos concedemos, tarde o temprano acabaremos quemándolo.
Somos humanos y un poco absurdos. Normal...

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...