martes, 23 de marzo de 2010

VIVIENDO AVENTURAS

Ayer me contó un amigo que se había encontrado con un excompañero que estaba a punto de separarse de la mujer. Por lo visto, había tenido una aventura con una compañera de trabajo. Pero, como la perfección no existe, no habían pasado ni tres polvos decentes, cuando su mujer lo había descubierto todo.

Lejos de estar contento o feliz por empezar una nueva vida, el hombre estaba desmejorado, ojeroso y le temblaba la voz. Estaba claro que la mujer no sólo se iba a conformar con sacarle los higadillos, sino que día sí y día también lidiaba el hombre con el teléfono, con las llamadas indignadas, las amenazas y la terrible sospecha de que si no se portaba como debía, iba a ver a sus hijos en fotografía nada más.

-Y todo por una aventura, o por hacer algo...- repliqué yo antes de que me contara que su compañero estaba más que alucinado, pues había descubierto la verdadera naturaleza de su pérfida mujer, que nunca imaginó subida en su escoba con un único objetivo: destrozarle de una vez por todo lo que le había robado, según parece los mejores años de su vida.

Tienen razón ambos, reflexionaba en silencio, que si algo tiene el tener una aventura amorosa, es sacar de nosotros el diablo escondido que guardamos dentro. Sacar lo más ruín, mezquino y rastrero que se pueda imaginar, tremendo e injustificado además si lo dirigimos hacia la persona que realmente amabamos más, con la que decidimos unir nuestro destino, dinero, rutina y traer al mundo a nuestros hijos.

Quizá habría que preguntarse el por qué de ambos comportamientos, sobre todo el de la mujer despechada que saca su artillería pesada para cargar contra su pobre marido, que confundido y ojeroso, empieza a preguntarse si merece ese castigo ejemplar cuando su intención era tan sólo vivir una aventura.

Pobrecito, ¿verdad?.

¿Será quizá porque su mujer, después de tanto aguante. Después de años de morderse la lengua por encontrarse de nuevo el lavabo lleno de pelos, los calcetines tirados por el suelo, el mal humor después de volver de una reunión con el jefe o los ronquidos por la noche, se lo agradece con una noche de hotel de cinco estrellas no precisamente en Punta Cana y por el aniversario, sino con una muñequita seguramente más jóven y más guapa que ella?.

¿O será quizá porque después de tanto esfuerzo, tanto tiempo, dar a luz a sus hijos, aguantar lloros sin despertarle, pobrecito, que duerma un poco. Porque después de hacerle su cena favorita o ponerle su cervecita en la terraza mientras los niños detrozan todo, la sufrida esposa (que por cierto ni se ha planteado si ella es feliz siquiera) se da cuenta de golpe y porrazo de que al pobrecito, ella no consigue hacerle feliz, pues necesita salir al mundo y respirar: vivir una aventura?

Vivir una aventura. Una aventura amorosa, claro, ¿qué más hay?.

Imaginación tienes poca, hijo, porque aventuras se me ocurren a mi y muchas día a día, y no pasan precisamente por seducir al vecino de enfrente, ese que te mira con ojos de huevo cada vez que pasas por su ventana, y le gustaría pasarte a su tálamo conyugal para vivir la emoción de imaginar que igual pueda pillarle el repartidor del gas y morirse de la envidia.

Sin querer generalizar, porque historias hay de todos los colores y sabores y a veces es cuestión imposible el seguir viviendo con alguien y sin embargo la vida obliga, sigo pensando que en muchas ocasiones es cuestión de aburrimiento, de poca imaginación lo que lleva a la gente a ese tipo de AVENTURA.

Es cuestión de no saber envejecer, de no aceptar la realidad. No aceptar que cada edad tiene sus aventuras y son de lo más emocionante y que por ellas, merece la pena vivir.
Porque en el fondo es vivir emociones fuertes y dar un sentido a la rutina, lo que queremos todos. Hacer real la fantasía de tratar de imaginar que no eres ese fondón barrigón que te mira desde el espejo, o en nuestro caso, la bruja pirulí que con los pelos enredados se levanta de tu cama y te sorprende en el pasillo, en el espejo de cuerpo entero en el recibidor.

Queremos ser otras personas, sorprender a los que nos rodean. Seguir en el mercado, o en el candelabro, como diría aquella. Pensar que somos deseables, estupendos, capaces de enamorar a alguien más que a la consabida señora que duerme a tu lado o el cretino de nuestro marido, que si nos mira es para decirnos que nos ha salido un grano nuevo o un nuevo michelín.

Veo a mi alrededor a autómatas que hacen todos los días lo mismo. Que deambulan solitarios en sus coches camino del trabajo o del colegio de sus hijos, con su misma sonrisa, con su mismos vaqueros o su bolsa de la compra. Con los mismos destinos, los mismos fines de semana, los mismas espectativas y sueños que se van difuminando con el tiempo y la rutina, con la certeza de saber que ya no se van a hacer realidad.

De repente alguien destaca en el cuadro. Se pinta la sonrisa, se cambia el pelo, o vuelve más tarde a su casa por la noche. Sale a un viaje de trabajo o se pone perfume que atufa a todo hijo de vecino.
Resulta que no es que haya vuelto de un viaje alucinante, o se haya apuntado a Pilates o haya jugado toda la tarde al scalextric con sus hijos en el salón patas arriba. Resulta que no es que haya pasado un fin de semana rodeado de sus familiares por el 80 cumpleaños del abuelo o que haya invitado a su señora a unas vacaciones románticas tras veinte años de matrimonio.
No es que le hayan ascendido en el trabajo, que se haya subido al pico más alto de los Pirineos con unos amigos o que se haya divertido con unas amigas en un spa, después de veinte años de no verse las caras o no saber unas de otras.

No, esas aventuras no son razones suficientes como para cambiarnos, convencernos de que la vida merece la pena o de que podemos ser otras personas, mejores si cabe, aunque sigamos casados y aburridos.

No, querido lector, si ves a tu vecina salir hecha un brazo de mar por primera vez desde que la conoces. Si te topas con el olor de colonia que emana un señor gris en el que apenas habías reparado o confundes a tu cuñada con una modelo, porque ha perdido todos los kilos que le sobraban, no será más que por que tiene una aventura.
Porque tiene una nueva razón para vivir.

Qué idiotas somos, querido lector, y qué poca imaginación.
Seguramente, por un momento, los envidiaremos y todo. Imaginaremos que nos pasa algo parecido y que nos cambia la vida.
Ilusos y faltos de imaginación, repito, pues obviaremos seguramente que el ex compañero de mi marido ahora, lejos de estar pasando lo mejor de su vida, le espera un infierno considerable. Y que efectivamente es otra persona y ha transformado el mundo de los que le rodean, pero, seguramente, se habrá convertido y habrá convertido a su alrededor a sus personajes, en peores personas.

Así que mi reflexión de hoy va dirigida hacia mi misma.
¡Ojalá que el aburrimiento de una vida aparentemente consabida no me lleve por esos derroteros!. Pues aventuras sigo pensando que pueden ser hasta dar un paseo en cochecito con tu hijo pequeño por el metro de Madrid. Ver la cara de ilusión de tu marido cuando haces realidad ese deseo de seguir un curso de estrellas y astronomía al que le has apuntado sin que se entere, o la visita a un castillo perdido en la llanura castellana un fin de semana que no prometía gran cosa, y sin embargo decidiste salir al final.

Aventuras hay muchas, queridos lectores, que aunque no llenen las páginas del papel cuché ese o no consigan que cambiemos de aspecto, deberían servirnos para seguir adelante, felices y contentos por hacer realidad la magia que es, aunque estemos ciegos para verla, la aventura de la vida misma.

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...