martes, 21 de abril de 2009

Ver el mundo con tus ojos...


Cuando bajamos del avión el otro día, en el aeropuerto National de Bruselas, y esperábamos a que nos trajeran la silla del niño en el pasillo que conecta la cabina con el aeropuerto, (que por cierto, ya sé que debía ir sin silla, pues tiene tres años, pero aún se cansa mucho en los viajes y visitas a ciudades todo el día) se acercó un comandante de vuelo a preguntarnos, qué hacíamos allí con la tripulación, cuando hacía ya un buen rato que todos los pasajeros habían desaparecido ya.

Casi no contesté, el niño corría pasillo adelante, con su cochecito en la mano, haciendo un ruido infernal, mientras Antonio preguntaba por enésima vez a la azafata si habían perdido la silla como otras veces o si pensaban dejarla en la cinta transportadora, como solían terminar haciendo siempre, cuando esperábamos en la puerta del avión a que nos trajeran la dichosa silla del niño.

-¡Anda que tenéis más moral que el alcoyano!- me dijo con una sonrisa, al ver que íbamos cargados con los trastos del niño, la mochila del ordenador del trabajo, el biberón en la mano, los abrigos debajo del brazo y hasta el periódico colgando de una de mis manos, mientras con la otra trataba de agarrar a Miguel para que no le diera a un panel de control lleno de luces de colores, que movía el mecanismo del pasillo al avión.

Libre ya de la amenaza de una catátrofe, pues la azafata le trajo un caramelo a mi hijo, pude contestarle que sí, que viajar con niños es lo que tiene. Salir muy pronto de casa, rezar para que no se te haya olvidado lo fundamental y lo que precisamente no puedes comprar en el extranjero, y echar el día a perros, como dice mi madre, que vayas donde vayas, aunque sea a la esquina, los días de ida y de vuelta no hay quien los aproveche. Se van cumpliendo por etapas y fases, y que si las vas salvando todas, llegas al hotel tan reventado que la cama se te antoja el mejor de los destinos, mucho mejor que el Maneken pis o la Torre de Londres, donde va a parar...

Se rió de mi ocurrencia y se apalancó en la barandilla, estaba claro que la conversación prometía, y que iba para largo.
Así que decidí explayarme mientras mi marido reclamaba y le conté en cuantos sitios habíamos llegado a perder la dichosa silla del niño. En París apareció en un pasillo, en Gatwich en otra cinta que tenía equipajes especiales, en Ginebra nadie nos dijo que estaba al pie del avión, y que casi se queda alli si no llega a ser porque nos subimos en un autobús y la vimos abandonada a su suerte en la pista de aterrizaje. En Bruselas pretendíamos tener un poco más de suerte con Iberia, y lograr que apareciera entera en la puerta del avión, que para eso llevábamos más de quince minutos esperando.

-¿Así que habéis llevado a este pequeñajo a un montón de sitios?- nos preguntó atónito viendo que bajaje teníamos, y bastante, dada la descripción de nuestras aventuras.

Sí tú supieras, pensé extrañada de que, fuera precisamente un comandante de vuelo el que me preguntara con tanta inquietud y extrañeza si llevaba a mi hijo de viaje o no, siendo su trabajo precisamente estar todo el día de la zeca a la meca.

Se rió como entendiendo mi cara de extrañeza, y me aclaró que era padre de familia, claro, y que tenía dos churumbeles pequeños. Sin embargo, por nada del mundo se embarcaba él por esos mundos de Dios, con semejantes ejemplares, dada la parafernalia que conlleva. Porque es bien cierto que un niño y su mundo completamente necesario en cualquier parte, sea el primer mundo o el último, no es baladí. Y que era valiente para llevar a doscientas personas a Japón, pero no para embarcarse en una aventura con los vándalos de sus hijos. Por eso, siempre se fijaba en quien lo hacía así por gusto, y que nos admiraba profundamente.

Le dí las gracias y no quise explicarle al hombre que si bien se veía que era un follón monumental llevar a tu hijo pequeño por el extranjero, mucho peor era vivirlo en primera persona. A dios gracias, del plural, pues mi Antonio siempre ha estado por ahí para echar una mano, cargar con los bultos, atender lloros incesantes e incluso incrustar algún que otro biberón en cualquier insospechada esquina de la Plaza de la Señoría, o en un bordillo subiendo el Vesubio con el niño berreando sin parar todo el trayecto por un supuesto mal de altura.

-Sin embargo, aunque podría contarte miles de anéctotas de estos tres años que le hemos llevado hasta Túnez, le dije al comandante, para mi es una de las mejores experiencias de mi vida.
Es verdad que se tarda mucho más en hacer la maleta, en llegar al destino. Es verdad que no ves ni la cuarta parte que veías antes de los monumentos (no te digo de los museos o de cosas que antes te interesaban muchísimo, como ver una exposición y estar en la cola una hora y media, o ver el cambio de guardia a plena lluvia, bajo tu paraguas dos horas para coger un buen sitio). Viajar con niños es diferente, no tiene ni punto de comparación, pues ya puedes estar en Praga que en Lisboa, que al final, lo que siempre vas a ver son los parques, los columpios y los centros comerciales con coches que dan vueltas o jugueterías medianamente baratas, para comprarle al niño un cochecito y que se calle un poco.

Pero, ver la cara de tu hijo cada mañana, en una habitación de hotel, que es ya su casita, y que con él hasta parece un hogar. Comer en el buffete lo que hay y ver a tu hijo con la cara llena de chocolate en una silla alta mientras la gente le señala encantada, o llevarle en cochecito por calles extrañas, con un mapa en la mano y sin encontrar el camino a los Campos elíseos o al Foro romano, con un cabreo de tres pares, que hasta el pobre, asustado se extraña de las voces de sus padres señalando a ambos lados de la plaza. VIvir eso con él, no tiene precio

-"Es un pequeñajo y ya ha viajado casi tanto como yo", le digo al comandante, para terminar, mientras le veo divertido, mirando a mi hijo pequeño, que ya ha encontrado su silla porque se la ha traído uno de mantenimiento. Se niega a sentarse encima porque quiere andar, andar.
Tiene que irse, es él quien va a pilotar el avión camino de casa, me dice para despedirse, repitiendo que somos unos valientes.
- No creas, este niño tiene quien le gane, pues su primo pequeño, de ocho meses, ya ha estado un mes en Australia con sus padres. Mi hermano como yo, pensamos que es de ley llevar a nuestros hijos donde quiera que vayamos, y que vean el mundo casi antes de saber hablar.

El mundo es mucho más grande de lo que pensamos, y cuando viajas te das cuenta de que tu universo es pequeño, y que nada tiene tanta importancia, nada es tan especial. Se amplían entonces los límites de tus sueños, de tu imaginación, de tus expectativas y posibilidades. Eso aprendí yo desde que viajo, y eso quiero que aprenda mi hijo desde el principio, aunque eso implique un poco de esfuerzo, a veces inútil, pues no sabes hasta qué punto se va a acordar de que ha visto y dónde.

SIn embargo, pienso viendo al comandante y a la tripulación bromear, mientras preparan el avión para los pasajeros, y yo enfilo el pasillo con mi hijo y mi marido lleno de trastos, que algo debe quedarse dentro de esa cabecita rubia. Cada vez que ve una torre con un reloj, mi hijo dice que es el Big Ben, y que en su vaso de París siempre identifica el castillo grande que se llama la Torre Eiffel. Sabe que las iglesias son muy grandes en Roma y que el niño jesús está con su mamá dormido, en una de ellas.

Hoy que llegamos a Bruselas, y le he dicho que íbamos a ir al Atomium, me ha dicho que es el profesor de las supernenas. Pretendo que se de cuenta de que es un cubo gigante de metal y bolas.

Pero, sobre todo, concluyo, aunque parezca contradictorio, viajamos con niño por nosotros mismos, Yo al menos, lo traigo por mi. Porque desde que está en mi vida y lo llevamos de viaje, veo el mundo con sus ojos. Veo todo de otra manera, y todo me parece mejor, más grande, más auténtico, más mágico...
Así que en el fondo, para mi viajar con mi hijo es hasta egoísta

HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...