Buenos días, bueno, buenos, por decir algo.
Perdonad hoy mi sarcasmo, estoy de muy mal café...
No es que hoy esté de mal humor porque el día ha amanecido lluvioso, porque hace una niebla que no se ve ni el campanario de la iglesia del pueblo, o porque haya tenido que vestir de buzo a mi hijo para ir al colegio. La razón de mi humor, queridos amigos, la tiene, LA DICHOSA HIPOTECA.
Y pensar que hace unos años, bueno, alguno que otro ya, (recordar que ya estoy en los cuarenta), ni mis padres ni nadie hablaba de la hipoteca en ningún lado. Vamos que vivíamos felices en una casita de 60 metros para una familia numerosa, pero quien más o quien menos, la había pagado ya, y no sabía ni lo que era la hipoteca, para que os hagais una idea(¿o es que era yo tan pequeña que no sabía de la misa la media?.También pudiera ser....)
Ahora es distinto, hasta los niños saben hablar del euribor. Y todos, absolutamente todos, hablamos de ella. En la cola del supermercado, en el autobús con la señora de al lado, en el médico cuando te pregunta por qué tienes últimamente tanto stress. En los lavabos del Corte Inglés cuando ves a una señora emperifollada con un montón de bolsas, y le dices a otra, cuando se va, con toda la envidia que te queda aún, que ya poca gente se puede permitir comprarse unos cuantos modelitos, por culpa de la hipoteca.
Y los hombres?, qué decir de los hombres, que con su periódico en ristre, no hacen más que comerte la cabeza por la mañana temprano, hablando de las inclemencias de la economía en el muindo civilizado, de la inminente crisis mundial o la reunión urgente del G8.
Qué se te atraganta el trozo de pan tostado en la garganta y oye, que no hay manera: ni pa alante ni pa atras!!!!
Y hoy, reflexiionando con mi té helado esta manaña, después de llevar a mi enano al colegio, he visto las cosas claras.
Sí, realmente, somos hombres del siglo XXI, pero no del siglo de las libertades, del siglo de la informática o el despegue tecnológico. Bajo mi punto de vista, somos hijos del siglo XXI, sí, que es en realidad, el siglo de las hipotecas, del euribor, de la subida o bajada que tanto daño nos hace, de los tipos de interés, de los años que nos quedan por pagar.
Ahora, que estamos en pleno capitalismo, que tenemos dinero para tener en el bolsillo un móvil, de útima generción, (no un zapatófono de esos que da verguenza sacarlo del bolso cuando suena . Os lo digo por experiencia),una PSP, y una agenda IPOD, creo, no me hagáis mucho caso, que yo en estas cosas me pierdo.
Que nuestros hijos llevan en el coche un DVD portátil, para ver películas, y nuestros maridos, un ordenador que pesa menos de un kilo, para consultar con internet en el metro o en la sala de espera del aeropuerto., que por cierto, es algo imprescindible hoy en día, vamos, faltaría más.
Ahora que vamos hasta a comprar el pan en un 4X4, que no sabemos divertirnos si no pasamos la tarde de sábado en un centro comercial gastando dinero o que vamos vestidos de las marcas más de moda, porque si no qué van a pensar los vecinos de nuestra economía.
Ahora que en la tele están todos nuestros sueños, que somos incapaces de pasear un rato por el campo con las botas viejas y con los pantalones de pana para recoger algunas setas o moras que encontremos en el camino, porque no tiene glamour.
Ahora, resulta que vivimos de prestado, que todo lo que tenemos no es nuestro y que somos esclavos de una letra que llega puntual a principio de mes.
Resulta, amigos mios, que no es que hayamos viajado en el espacio y en el tiempo para evolucionar o para que el hombre sea más libre, más humano, o haya cambiado su condición social o económica. Resulta, amigos, que he descubierto que HEMOS VUELTO A LA EDAD MEDIA.
Sí, sí, que nadie se escandalice. Somos siervos de un señor feudal implacable y justiciero, que puede hacer lo que le de la gana con nosotros.
Nos deja que creamos que lo que tenemos es nuestro, y nos deja disfrutar de lo que en usufructo tenemos. Pero, a la hora de la verdad, decide sobre nuestros destinos, nos extorsiona si le sale de los cataplines, y nos hace víctimas de ese consumismo atroz que últimamente nos resulta tan familiar y cotidiano, que somos incapaces de prescindir de él.
Y no es que podamos volver atrás. No es que marcharse a vivir al campo a respirar aire puro y a vivir de otra manera, como hemos querido hacer algunos, para enseñarles otra cosa a nuestros hijos, sea óbice para plantarnos, prestarle guerra, evadirnos o levantarnos en armas como en la revolución francesa. No. Más bien, creo yo, que nos engañamos a nosotros mismos. Porque en el campo he visto yo los 4x4 más superferolíticos, los chaletes más lujosos, las hipotecas más caras. Y todo campo que se precie, tiene cercano algún centro comercial para hacer la compra o para pasar la tarde, que si no, no se entiende ese desatino de vivir en plena naturaleza.
Y como todo hijo de vecino, los del pueblo, también pagamos una hipoteca de escándalo y estamos obligados de por vida o más allá(porque a este paso la hipoteca la van a heredar nuestros pobres hijos) a prestarle vasallaje, a incar la rodilla ante el SEÑOR BANCO y a darle besos al pasar, para ver si los tipos de interés empiezan por fín a bajar.
En fin, amigos, que no hay escapatoria, que somos y seguiremos siendo CARNE DE CAÑÓN.
Con LA HIPOTECA HEMOS TOPADO, que cuando los números hablan o el euribor se queja, a callarse toca, y como muertos y eso, eso, a pagar. Que para eso somos hombres de nuestro tiempo e hijos del siglo de la tecnología. Y a quien le pique....
Perdonad hoy mi sarcasmo, estoy de muy mal café...
No es que hoy esté de mal humor porque el día ha amanecido lluvioso, porque hace una niebla que no se ve ni el campanario de la iglesia del pueblo, o porque haya tenido que vestir de buzo a mi hijo para ir al colegio. La razón de mi humor, queridos amigos, la tiene, LA DICHOSA HIPOTECA.
Y pensar que hace unos años, bueno, alguno que otro ya, (recordar que ya estoy en los cuarenta), ni mis padres ni nadie hablaba de la hipoteca en ningún lado. Vamos que vivíamos felices en una casita de 60 metros para una familia numerosa, pero quien más o quien menos, la había pagado ya, y no sabía ni lo que era la hipoteca, para que os hagais una idea(¿o es que era yo tan pequeña que no sabía de la misa la media?.También pudiera ser....)
Ahora es distinto, hasta los niños saben hablar del euribor. Y todos, absolutamente todos, hablamos de ella. En la cola del supermercado, en el autobús con la señora de al lado, en el médico cuando te pregunta por qué tienes últimamente tanto stress. En los lavabos del Corte Inglés cuando ves a una señora emperifollada con un montón de bolsas, y le dices a otra, cuando se va, con toda la envidia que te queda aún, que ya poca gente se puede permitir comprarse unos cuantos modelitos, por culpa de la hipoteca.
Y los hombres?, qué decir de los hombres, que con su periódico en ristre, no hacen más que comerte la cabeza por la mañana temprano, hablando de las inclemencias de la economía en el muindo civilizado, de la inminente crisis mundial o la reunión urgente del G8.
Qué se te atraganta el trozo de pan tostado en la garganta y oye, que no hay manera: ni pa alante ni pa atras!!!!
Y hoy, reflexiionando con mi té helado esta manaña, después de llevar a mi enano al colegio, he visto las cosas claras.
Sí, realmente, somos hombres del siglo XXI, pero no del siglo de las libertades, del siglo de la informática o el despegue tecnológico. Bajo mi punto de vista, somos hijos del siglo XXI, sí, que es en realidad, el siglo de las hipotecas, del euribor, de la subida o bajada que tanto daño nos hace, de los tipos de interés, de los años que nos quedan por pagar.
Ahora, que estamos en pleno capitalismo, que tenemos dinero para tener en el bolsillo un móvil, de útima generción, (no un zapatófono de esos que da verguenza sacarlo del bolso cuando suena . Os lo digo por experiencia),una PSP, y una agenda IPOD, creo, no me hagáis mucho caso, que yo en estas cosas me pierdo.
Que nuestros hijos llevan en el coche un DVD portátil, para ver películas, y nuestros maridos, un ordenador que pesa menos de un kilo, para consultar con internet en el metro o en la sala de espera del aeropuerto., que por cierto, es algo imprescindible hoy en día, vamos, faltaría más.
Ahora que vamos hasta a comprar el pan en un 4X4, que no sabemos divertirnos si no pasamos la tarde de sábado en un centro comercial gastando dinero o que vamos vestidos de las marcas más de moda, porque si no qué van a pensar los vecinos de nuestra economía.
Ahora que en la tele están todos nuestros sueños, que somos incapaces de pasear un rato por el campo con las botas viejas y con los pantalones de pana para recoger algunas setas o moras que encontremos en el camino, porque no tiene glamour.
Ahora, resulta que vivimos de prestado, que todo lo que tenemos no es nuestro y que somos esclavos de una letra que llega puntual a principio de mes.
Resulta, amigos mios, que no es que hayamos viajado en el espacio y en el tiempo para evolucionar o para que el hombre sea más libre, más humano, o haya cambiado su condición social o económica. Resulta, amigos, que he descubierto que HEMOS VUELTO A LA EDAD MEDIA.
Sí, sí, que nadie se escandalice. Somos siervos de un señor feudal implacable y justiciero, que puede hacer lo que le de la gana con nosotros.
Nos deja que creamos que lo que tenemos es nuestro, y nos deja disfrutar de lo que en usufructo tenemos. Pero, a la hora de la verdad, decide sobre nuestros destinos, nos extorsiona si le sale de los cataplines, y nos hace víctimas de ese consumismo atroz que últimamente nos resulta tan familiar y cotidiano, que somos incapaces de prescindir de él.
Y no es que podamos volver atrás. No es que marcharse a vivir al campo a respirar aire puro y a vivir de otra manera, como hemos querido hacer algunos, para enseñarles otra cosa a nuestros hijos, sea óbice para plantarnos, prestarle guerra, evadirnos o levantarnos en armas como en la revolución francesa. No. Más bien, creo yo, que nos engañamos a nosotros mismos. Porque en el campo he visto yo los 4x4 más superferolíticos, los chaletes más lujosos, las hipotecas más caras. Y todo campo que se precie, tiene cercano algún centro comercial para hacer la compra o para pasar la tarde, que si no, no se entiende ese desatino de vivir en plena naturaleza.
Y como todo hijo de vecino, los del pueblo, también pagamos una hipoteca de escándalo y estamos obligados de por vida o más allá(porque a este paso la hipoteca la van a heredar nuestros pobres hijos) a prestarle vasallaje, a incar la rodilla ante el SEÑOR BANCO y a darle besos al pasar, para ver si los tipos de interés empiezan por fín a bajar.
En fin, amigos, que no hay escapatoria, que somos y seguiremos siendo CARNE DE CAÑÓN.
Con LA HIPOTECA HEMOS TOPADO, que cuando los números hablan o el euribor se queja, a callarse toca, y como muertos y eso, eso, a pagar. Que para eso somos hombres de nuestro tiempo e hijos del siglo de la tecnología. Y a quien le pique....
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