lunes, 27 de julio de 2009

Las crónicas de Lagartilandia

Hola de nuevo. Felices y frescos días de verano en éstos días de canícula estival que estamos pasando y que, seguramente, sufridos amigos, seguiremos pasando.

Hoy que en San Rafael la temperatura es hasta soportable, que asoman incluso algunas nubecillas por detrás de las montañas que nos rodean, quería contaros que hemos estado unos días en Tenerife de vacaciones.

Han sido cortas. No sólo porque las vacaciones se hacen y se viven en un suspiro, vayas a donde vayas, sino, porque realmente, han sido un parpadeo en el tiempo. Una mísera semana robada al calendario laboral de mi marido, que si bien está ya bien repleto de días y de horas extra, parece que en próximos días, la cosa irá todavía a peor.

Así que, para descansar, que no sólo de pan vive el hombre, decidimos tomar un avión, un apartamento en la playa y pasar una semanita escasa en nuestra isla afortunada y amable: la siempre acojedora Tenerife.

Y como era para descansar, pues eso, que no hemos podido evitar darnos una paliza considerable. Pues de contradicciones vive el hombre, y el de hoy en día, pues muchísimo más, que para eso somos ya habitantes del futuro. Así que a hacer las maletas, dirigirnos a Madrid, dormir en la capital, levantarnos hacia las cinco de la mañana, coger un taxi, facturar las maletas antes de las seis y tomar el vuelo sobre las siete y veinte, que llegando al hotel, pensábamos que en vez de ser antes de las once, más de las cinco de la tarde debían dar ya.

Desempacar todo, llenar la nevera acudiendo al supermercado más barato, sacar el cubo, la pala, el rastrillo y el camión arenero para acudir presurosos a la playa y no perder ni un minuto.
Vamos, lo normal...

Confieso humildemente que, tumbarse al sol cual lagarto aceitunado, untada encima de crema y con una revista de moda en ristre, mientras mi niño se pega baños en la orilla y pone perdido con su cubo las piernas de su padre, a la señora de al lado y se pelea con la niña con gorrito de cuadritos que no para de berrear, no me entusiasma en absoluto.

Y que como quien no quiere la cosa, procuro buscar excusas para acudir lo más tarde posible a semejante tostadero, o dando una vuelta antes o estudiándome cuanto folleto cae a mis manos para convencer a Antonio para hacer alguna que otra visilla a un yacimiento guanche, a una exposición de bioclimas o subir al Teide.

Y casi todos los días lo consigo, pues no es mi marido amigo del sol, ni mi hijo del "aguita", que aún la teme más que a un nublao. Encima, los dioses del tiempo, inestables estos días e incluso frescos, parecen haberse confabulado conmigo para hacer más de una y que dos excursioncitas por la isla.

Así que, cualquier "lagarta" que se precie, y que estime infinito estar morenita, guapísima y lustrosa, pensará que o bien estoy mal de la cabeza( con lo blanca que soy, no darle una oportunidad a su amigo el sol) o bien no me importa que haya quien piense, que en vez de estar en Tenerife una semana, me he metido en una cueva profunda, donde he salido aún si cabe más lechosa y con pinta de inglesa despistada, de lo que estaba antes de ir.

Pero, aun a riesgo de que alguien piense que he perdido el Norte, me quedo con mis carnes blancas, mis piernas que parecen enfundadas en medias blancas y mi rostro mortecino, antes de morir a merced de los picores, la erupción que me provoca el sol y las ampollas que no perdonan en mis hombros doloridos, que por mucho que camuflo con manguitas cortas, no dejan de quemarse año tras año.

Y lejos de ponerme como los lagartos, me escondo en las sombrillas, doy paseos por los parques y me quedo con camisetas puestas, sudando como un pollo, haga falta o no. Preguntándome una y otra vez, cómo es posible que la gente pague dinero incluso por emparentar con la raza negra por unos días, pelearse por un sitio cerca de la orilla y correr el riesgo de partirse un tobillo a merced totalmente de las malditas piedras que hay que pisar para meterse hasta la rodilla en un agua gélida, que excepto los surferos, no había quien aguantara más de diez minutos seguidos.

En fin, no seré yo quien cuestione lo que más feliz hace a más de la mitad de la humanidad, así que...
Pero, dejadme que me interne en lo más profundo de mi reflexión y de mis vacaciones.

Dice el refranero español, que si no quieres arroz, dos tazas.Y que como mi lema no era el convertirme precisamente en lagarta, en el país de lagartilandia, no he podido evitar toparme con los mil y un lagartos que pueblan la isla de los sueños, por todas partes, hagas lo que hagas o vayas donde vayas.

Ya saben mis lectores, que no estaba este año el horno para bollos, precisamente. Y que si de lagartos se trata, tengo uno bien grande instalado en mi jardín. Quiza por ello, no estaba yo lo que se dice muy preparada para aguantar tamaña cantidad de reptiles por metro cuadrado, en tan pocos días que pretendíamos descansar.

No hayó consuelo ni descanso mi contrito sistema nervioso en la maldita Lagartilandia. Tanto, que no he podido evitar el ridículo y el escarnio que supone que tu hijo te vea hacer el tonto. Y que mi querido y amado hijo valiente vaya con una piedra en mano y preparado para partirle la crisma a malditos animales, dispuestos a asustar a su pobre madre por doquiera que íbamos.

Tarde pero no demasiado, pues nuestra puntería es más bien mala, descubrimos que cargarse a semejantes bichos, incluso penado por la ley estaba. Y que, si guardia o agente de la ley nos hubiera visto a mi hijo o a mi, bien pudieran habernos llevado a la comisaría por escarnio o homicidio imprudente, con premeditación y alevosía. Pues dispuestos a cargarnos a alguno, estabamos y mucho, que más que ganas les tenía yo a esos malditos bichos.

Pero, ¿es que nadie puede entender que sobresaltada como vive una en su propio jardín, no pueda soportar ir por la calle sin cruzarse en una acera sí y otra también con lagartos cada vez más grandes, más verdes o más prehistóricos?. Que si bien no soy yo persona violenta, ni con instintos asesinos, lejos de darles de comer, como hacen los extranjeros imprudentes constantemente, ¿nadie entiende que cada vez que ven a esos gráciles animales, tenga yo ganas de salir corriendo o incrustarles una pedrada entre esos dos ojos amenazantes?.

Porque, por ejemplo, va una a Icod de los vinos, y en lugar de,admirar con la cámara en ristre, el milenario drago, se encuentra de sopetón con dos lagartos que salen de detrás de unas matas para enfrentarse a muerte como si de dos dinosauros en miniatura se tratara.
Con la espalda contraída por el espasmo que me entra al verlos y casi incapaz de quitar mis ojos del evento, tengo que escuchar entre tembleques los reproches de mi marido. Se cabrea conmigo porque estoy metiendo miedo a mi hijo, y que me increpa a que me deje de bichos y que admire el paisaje.

Y verguenza me da contar que cuando andábamos por los Roques estos de García (los de los billetes antiguos de mil pesetas) más pendiente que de partirme una pierna, andaba yo contando lagartos viles, que por doquier se aparecían, convencidos de que los bocadillos que llevaba en la mochila, de chorizo y jamón serrano, iban a acabar en sus buches a la menor ocasión.

Ni que contaros el ratito que pasé cuando aposentando en una piedra punteaguda mis cansadas posaderas, me levanté como un resorte al verme rodeada de cuantos lagartos había en la zona. Que si bien mi marido me tachará de exagerada en cuanto lea estas líneas, yo os puedo asegurar que me pareció estar protagonizando alguna de las películas de Parque Jurásico.

Vamos, que ganas me han entrado de volver a Lagartilandia después de la experiencia.

Protegidos como especie autóctona en vías de extinción. Bichos simpáticos donde los haya, los calificaban mis hermanos al contarles mis aventuras. Atracción digna de inmortalizarla en más de cien fotos en una cámara digital, para no olvidarlos...
Yo, qué queréis que os diga, que más he descansado en una siesta, en el sillón de mi casa, durmiendo uno de esos programas de la tele que nos pone en verano que son un horror.

Porque, por mucho jardín que tenga, y hamacas. Por mucho que la brisita haga agradable pasarme una tarde leyendo un libro bajo la sombrilla nada más regado el suelo, no me lanzo yo a la aventura de pasarme una tarde sola a merced de las lagartijas, lagartos y lagarto padre, que estarán escondidos entre las plantas de mi casa también...

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HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...

QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...