Por diferentes motivos este mañana, me ha dado por filosofar sobre el éxito de una persona, sobre lo que signfica, sobre lo que es o sería para mi.
Supongo que dado que mi cumpleaños se acerca, que los humanos somos así y no hacemos sino lo imperativo o lo evidente, hasta que es ya demasiado tarde o simplemente porque últimamente se está cuestionando así en público la calidad de mis éxitos durante toda mi vida, me ha dado por pensar un poco y extraer algunas conclusiones.
¿Qué es el éxito?, ¿quién es una persona que tiene éxito?.
¿La famosilla de la tele que gana dinero a expuertas tan sólo por haber tenido una relación sentimental con Jesulín de Ubrique, y sale en los programas bombardeándonos con sus verdades, o el científico exiliado en USA, que no conoce nadie pero que ha descubierto muchas claves para la lucha contra el cáncer en el hospital Monte Sinaí?.
Supongo que la respuesta es sencilla, pues no hay mortal en éste país que no conozca a Belén Esteban, y sin embargo soy incapaz yo de saber si el personaje de Monte Sinaí realmente existe o es tan sólo un producto de mi intelecto. Intelecto, que se empeña en pensar que existen todos esos personajes anónimos que, realmente, si existieran y los conociera yo, por ejemplo, me ayudarían a seguir confiando en la naturaleza humana, en el cosmos y su justicia y me impulsarían a seguir adelante.
Creo que, on todo esto y sin quererlo, yo ya he contestado, querido lector. No es el éxito precisamente para mi que todo el mundo conozca tu persona o haga suya una de tus frases en el imaginario popular, pues no hay quien no le haga comer pollo a Andrea o quien no mate por su hija. Aunque estoy convencida de que soy de las pocas, pues éxito precisamente, la Esteban tiene y mucho...
Pero, entre los dos ejemplos, señores, hay un largo camino, eso es verdad. Y de ese éxito quiero hablaros hoy.
Parece obligación de todo mortal, o al menos de una servidora, como me recordó ávidamente mi progenitor hace unos días, el luchar por tener éxito en la vida o al menos intentarlo con todas tus fuerzas. Si además de ingenio, te acompaña la inteligencia, la buena educación y una suerte de antecedentes de vida que te obligan con tus antepasados, el éxito es algo por supuesto, que si bien no consigues efectivamente, al menos, obligado quedas a demostrar a tus congéneres que, efectivamente, has triunfado: aunque sea mentira.
Porque me explicaba mi padre que el éxito es a veces una cuestión de talante. Cuestión de actitud lo que denota el éxito de una persona y lo que consigue que otros creamos que realmente lo tiene.
Por ejemplo: ves salir a tu vecino con su traje impecable, posiblemente de Armani, (no me hagáis mucho caso, igual es del mercadillo, pero a perdedores como yo se puede engañar fácilmente) en su flamante coche rojo Audi no sé qué, tirando su maletín de piel en el asiento trasero mientras le dice a su mujer que no le espere, que esta noche tiene cena de empresa con los Suecos en Lardy, y te piensas que el vecino de al lado es un crack. No te detienes a pensar que paga la misma letra que tú y que trabaja en una empresa similar a tu marido. No, porque está claro que ha conseguido mucho más que tu marido, que se va con sus botas de nieve y su anorax al trabajo, con la mochila a la espalda y en autobus de las siete y media de la mañana.
No hay color, no.
Sus hijos van al mejor cole de Segovia y su mujer tiene un abrigo de piel. Te invitó el otro día a su casa y parece otra, pues los muebles no son de Ikea como los tuyos, sino de madera maciza con remates dorados.
Supongo que está muy claro que el vecino de al lado ha tenido mucho más éxito en la vida que una servidora, que no puede ni soñar con los pendientes de Svarosky que lleva su mujer, regalo de su maridito por su veinte aniversario.
Sin embargo, sigo preguntándome si eso es realmente el éxito. El éxito ese del que me hablaba mi padre que debiera haber conseguido a mi edad, o al menos aparentar.
Me pregunto si no estamos todos muy confundidos en este mundo materialista, consumista, elitista, estúpidamente basado en los éxitos económicos y en la felicidad pagada a golpe de talonario.
El otro día hacía una reflexión sobre la educación de nuestros hijos. Si no seremos nosotros culpables que no sepan querernos si no les regalamos un juguete, o que no sepan ser buenos niños así, porque sí, porque es su obligación, a no ser que les premiemos por ello.
Les estamos enseñando a codiciar el bien ajeno, a ser como los vecinos de al lado, a luchar por ese éxito que todo el mundo reconoce y que todos queremos, porque a fuerza de ver que son ellos los que triunfan en la vida, a quien más respeta la gente, a quien más quieren los otros vecinos, a quien más envidian los que le rodean, más deseamos nosotros ser como ellos.
Todos queremos un chalet en la sierra, un pisazo en el centro y un todo terreno para los fines de semana. Todos queremos una chica que nos cuide los niños, llevar a nuestros hijos al Montesory o al Liceo francés, y que nos tenga la casa una sudamericana como los chorros del oro. Todos queremos las mejores galas, los viajes más caros, los bolsos de Tous y los Manolos en los pies.
Todos queremos tener tanto en el banco como para no preocuparnos por las facturas a fin de mes: la tranquilidad de saber que quien vive en frente no es más que nosotros y no lo podrá ser.
Eso es el éxito o al menos parecerlo. Es lo mínimo, lo que se pide en ciertos estatus y lo que desean ver nuestros tíos o primos en una reunión familiar cuando llevan tiempo sin verte o cuando quieren saber de ti.
Con enseñarles una foto del crucero por el Mediterráneo de las vacaciones o la pulsera que te regaló tu maridito por Navidad, es más que suficiente, sobre todo si luego les acercas en tu Mercedes a su casa, sabiendo que no es que ellos no tengan otro ni más bueno ni más grande, sino que no lo han sacado hoy porque se lo han dejado a sus niños para ir a la Universidad.
Perdonad, he ido a vomitar un rato, porque no sé cómo he sido capaz de poner en este post toda esta sarta de sandeces. Y he ido, señores, porque como os dije, a mis cuarenta y dos años ya, he decidido no engañarme.
Yo también he participado y sigo participando de éste despropósito que es la vida, de toda esta materialidad engañosa que nos hace aparentar un éxito que todos tenemos que conseguir para que no te pisoteen los que si aparentan el suyo.
Llevo en entredicho unos meses, pues he sido víctima de la crisis, del desplome inmobiliario, de tener que pedir prestado para seguir viviendo y de bajar la cabeza para tener que demostrar que efectivamente no nos queda más. He tenido que vivir todo ese fracaso, para darme cuenta de que he vivido un despropósito que encima es real, que todos compartimos y vivimos como parte de la cruda y tremenda realidad.
Resulta que, de un tiempo ha esta parte, ya no puedo disimular más. Ya no engaño a nadie. Todos saben ya que mis jerseys de Beneton son de mercadillo y que me cuesta llegar a fin de mes. Que no tengo trabajo que me aporte más dinero y que haremos malavarismos para poder pagar unas vacaciones el año que viene; que serán en Alpedrete, si es que hay algún hotel baratito en la sierra en verano.
No hay éxito en ésta familia, no sabemos ya aparentar lo que no hay. Nos conformamos con ver desde los ventanales de casa cómo el vecino exitoso sigue saliendo en su coche flamante y la vecina de enfrente instala un cassete en su chimenea, y está tan calentita los sábados por la tarde, que el niño y Antonio salen por el campo a pillar piñas y leña.
No pondremos las luces de Navidad por los árboles del jardín como le habíamos prometido a Miguel, si no son de bajo consumo. Y los Reyes y Papa Noel este año van a ser pobres,porque hay crisis en el Polo Norte, le hemos explicado a nuestro hijo cuando ayer fuimos a Hipercor y elegía entre sus juguetes cosas que no podemos pagar.
Es verdad que no hay éxito a los cuarenta cuando se tienen deudas y no se sabe ni se puede ya disimular. De ahí al fracaso, al abismo de pensar que no has hecho nada bien hay un paso, y de ahí a pertenecer a otra clase de gente, a otra clase de vida, a otra clase de mundo.
Sin embargo a estas alturas, y porque la vida es una lucha por la supervivencia en una selva llena de animales, tengo que reaccionar.
Reflexionar, dar un sentido al fracaso, buscar una alternativa a este despropósito de vida que he estado intentando vivir.
Y convirtiéndome por un momento en ese zorro astuto de Sócrates que denunciaba ya Nietzche, capaz de convencer con mi verbigracia a una sociedad corrompida por su propia materialidad, me pregunto si en la incertidumbre de mi desamparo, no he sido yo capaz de vislumbrar que el verdadero cáncer de Occidente, el verdadero gérmen de ésta crisis que vivimos. Que es, precisamente, esa tremenda falacia, esa confusión donde vivimos inmersos que creemos que nos dará la felicidad, y lo único que está consiguiendo es que vivamos una suerte de mentira y un éxito engañoso, del que sólo saldremos cuando ya sea tarde y hayamos resbalado.
Es bien cierto que a todos nos gustaría ser superhombres, que todos queremos triunfar, y que esta sociedad capitalista nos ha convertido a muchos(algunos ni se atrevían a soñar con semejante desfachated, ni en sus mejores sueños) en vencedores y en personas exitosas tan sólo por el hecho de competir en esta carrera por la superviviencia del más fuerte, del más rico.
Tenemos todo lo que podemos desear, tan sólo con aplazar los pagos, tan sólo con comprar lo que otros se compran y poder competir con nuestros vecinos.
Sin embargo, ¿es éste el éxito que el hombre desea, que el hombre anhela?. ¿Es el salir de la nada y convertirse en icono social, en objeto de tesis doctoral como Belén Esteban, lo que queremos y valoramos todos, al margen de encontrar a gente que vive como quiere vivir y como sabe hacerlo?.
Supongo que por mucho que divague, no habrá quien entienda este galimatías de mujer fracasada a estas alturas, y sí, sin embargo, muchos que me convenzan de que en el fondo soy una envidiosa y que no puedo evitar pensar desde la ventana en un día de nieve, que ya me hubiera gustado tener el Audi rojo de mi vecino y su puestazo en Sun Microsistem. Y más que a mi, que ya le hubiera gustado a mi padre, por ejemplo, que me hubiera casado con él...
A LOS CUARENTA DESCUBRES QUE YA NO ERES JÓVEN, QUE EMPIEZA EL DECLIVE Y QUE QUEDAN POCAS AVENTURAS POR VIVIR. YO HE QUERIDO ENGAÑAR AL TIEMPO,SIN CIRUJIAS O MAQUILLAJES. TRATANDO DE VIVIR, DE OTRA MANERA...
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HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...
QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...
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