AL PIE DE ANGELINA

Vivo el otoño de mi vida
en el desván vacío,
del corazón pequeño
de una montaña triste,
de una señora doliente,
que se llama Angelina.

Angelina me dijo su nombre ayer,
cuando fui por sus senderos,
cuando recorrí sus silencios,
cuando me arrimé a sus carencias
cuando me asomé a su espejo:
reflejo perlado en su río
que es caudal escondido,
entre las frías nieves
de su pelo canoso y derretido.

Porque Angelina se esconde,
se tiñe el cabello de dorado,
se lo adorna de flores y rosas.
Se viste con su traje verde,
para que, quien se adentre
en sus páramos mojados,
en sus caminos yermos
en sus tripa caliente
o en su cabeza maltrecha,
no sepa reconocer su mal.

Mal de fuego y silencio,
mal de desamor amarillo.
Soledad vestida de marrón
que no puede oscura,
verter más dolor.

-¡Angelina, Angelina!,
he venido a tu falda
a consolar penas perdidas,
a compartir soledades
a dejar que mi niño de plata
corra por tus venas ardientes.
Se bañe en tus lágrimas
que resbalan por tus mejillas
y dolientes, caen hasta mi casa.
Bañan mis cipreses,
mi suelo enlosado,
mi pena enredada
en hiedra que me quema.

Hiedra que sube por paredes,
me envuelve y me obliga.
Con su fuerza me encamina
a perderme en tus arenas
que recorro sin pensar
que como yo tienes alma,
y que se parece a la mía.

Alma pétrea,alma llena
alma nevada,alma que espera
al pie de la montaña
que Angelina la quiera.

Que abra su puerta cerrada,
que suba, la acoja en su torre,
que de refugio a su pena.

Hoy le he cantado al cielo encapotado,
a la nube empapada,al viento empolvado,
que Angelina me acoja en su seno maternal.
Que me cante en silencio
con sus árboles ulular,
un canto de esperanza
que vine buscando aquí.

-Desde el principio de los tiempos,
desde que es azul el cielo y el mar,
he estado esperando paciente, ese alma
que sin hablar, me pueda alentar
en las noches de invierno,
en las mañanas soleadas,
en las tardes nevadas.
Ese alma que me venga a visitar
y recorra mis arterias cansadas
buscando sin aliento su lugar.

Ese alma que comparta conmigo
sus penas y su ansiado encontrar
un pedazo de cielo, que yo creí
ilusa, un día poder coronar.

Fue terrible la caída al comprobar
que tan sólo lo rocé despacito,
mientras los colosos de ladrillo
se adueñaban del lugar.

-No seremos nosotras, Angelina
quienes alcancemos la eternidad.
Pero, quizá un trocito de cielo
esta noche oscura,podamos disfrutar.
Un paseo solitario,un poema sin sentido,
un pedazo de esperanza,una llamada de auxilio.

Un beso de plata,un adiós escondido,
una canción, un juego prohibido,
que compartimos ambas, Angelina
abriendo sin miedo una brecha,
en esta dichosa selva del ruido
que nos rechaza sin apenas preguntar.