ME HA GUSTADO HOY TODAS ESTAS RECETAS QUE LA UNIVERSIDAD DE HARVARD DA PARA LOGRAR SER MÁS FELICES.
Las comparto con vosotros por si os pudieran servir. Yo espero, que a una servidora le sirvan
Ahí van:
TIP 1
Practica algún ejercicio (caminar, trotar, anda en bici, ir al gym, yoga, natación, etc).
Los expertos aseguran que hacer ejercicio es igual de bueno que tomar un antidepresivo para mejorar el ánimo; 30 minutos de ejercicio es el mejor antídoto contra la tristeza y el estrés.
TIP 2
Desayuna.
Algunas personas se saltan el desayuno porque no tienen tiempo o porque no quieren engordar. Estudios demuestran que desayunar te ayuda a tener energía, pensar y desempeñar exitosamente tus actividades.
TIP 3
Agradece a la vida todo lo bueno que tienes.
Escribe en un papel 10 cosas que tienes en tu vida que te dan felicidad. Cuando hacemos una lista de gratitud nos obligamos a enfocarnos en cosas buenas.
TIP 4
Se asertivo.
Pide lo que quieras y di lo que piensas. Está demostrado que ser asertivo ayuda a mejorar tu autoestima. Ser dejado y aguantar en silencio todo lo que te digan y hagan, genera tristeza y desesperanza.
TIP 5
Gasta tu dinero en experiencias, no en cosas.
Un estudio descubrió que el 75% de personas se sentían más felices cuando invertían su dinero en viajes, cursos y clases; mientras que solo el 34% dijo sentirse más feliz cuando compraba cosas. Equilibra experiencias con cosas.
TIP 6
Enfrenta tus retos.
No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Estudios demuestran que cuanto más postergas algo que sabes que tienes que hacer, más ansiedad y tensión generas. Escribe pequeñas listas semanales de tareas a cumplir y cúmplelas.
TIP 7
Atesora tus buenos recuerdos.
Pega recuerdos bonitos, frases y fotos de tus seres queridos por todos lados. Llena tu refrigerador, tu computadora, tu escritorio, tu cuarto….TU VIDA de recuerdos bonitos.
TIP 8
Sonríe, saluda y se amable con otras personas.
Más de cien investigaciones afirman que sólo sonreír cambia el estado de ánimo.
TIP 9
Usa zapatos que te queden cómodos.
“Si te duelen los pies te pones de malas” asegura el Dr. Keinth Wapner presidente de la Asociación Americana de Ortopedia.
TIP 10
Cuida tu postura.
Caminar derecho con los hombros ligeramente hacia atrás y la vista hacia enfrente ayuda a mantener un buen estado de ánimo.
TIP 11
Escucha música.
Está comprobado que escuchar música te despierta deseos de cantar y bailar; y eso te va a alegrar la vida.
TIP 12
Vigila lo que comes pues lo que se ingiere tiene un impacto importante en el estado de ánimo.
a) Comer algo ligero cada 3-4 horas mantiene los niveles de glucosa estables, no te brinques comidas.
b) Evita el exceso de harinas blancas y el azúcar.
c) Ten una alimentación balanceada.
TIP 13
Siéntete bonita(o) guapa(o)
El 41% de las personas dicen que se sienten más felices cuando piensan que se ven bien. ¡Arréglate y ponte guapa(o)
PONEDLO EN PRÁCTICA Y LUEGO ME CONTÁIS. Y de momento, A SER FELICES.
A LOS CUARENTA DESCUBRES QUE YA NO ERES JÓVEN, QUE EMPIEZA EL DECLIVE Y QUE QUEDAN POCAS AVENTURAS POR VIVIR. YO HE QUERIDO ENGAÑAR AL TIEMPO,SIN CIRUJIAS O MAQUILLAJES. TRATANDO DE VIVIR, DE OTRA MANERA...
viernes, 20 de enero de 2012
martes, 3 de enero de 2012
La abuela gruñona...
Dedicado especialmente a mis primos, sobre todo a aquellos que por ser más pequeños no la conocieron como los mayores. A ellos y al espirítu de mi abuela van dirigidas estas líneas hoy.
Era la abuela una señora de negro, con el pelo azulado, con una onda que le partía de la sien hacia atrás. Vestía siempre de luto, casi riguroso, sobre todo desde que murío Padre y se permitía tan sólo un broche de media luna, que, a menudo, se prendía en el vestido o en una bufandita negra que se ataba al cuello y descansaba encima del pecho.
Se sentaba de frente, con las piernas juntas, como las "señoritas bien" que había conocido en su infancia y como mandaba el protocolo. No llevaba maquillajes, ni disfraces, siquiera la vi ponerse la máscara de la hipocresía o la mediocridad, enfrente de las visitas.
Andaba siempre con la cara lavada con agua y jabón, con la frente despejada y las ideas claras, no como las chicas de hoy en día, con demasiados pájaros en la cabeza y la mente llena de estúpidas ideas de emancipación de la mujer y de búsqueda de una misma.
-Las mujeres están para lo que están y tontas son las que se empeñan encima en trabajar fuera de casa, pues trabajo doble les tocará. Los hombres, por mucho que les enseñemos, poco han aprendido a lavar pañales o a hacer buenos guisos, de esos de alimento.
-"Una mujer como Dios manda es lo que tienes que ser tú", me recomendaba cuando veía que no me apañaba bien con la escoba o cuando se me caía la cuchara al dar vueltas a la masa de la empanada porque, ilusa de mi, me empeñaba en hacerlo con cuchara.
-La masa se hace con las manos, decía metiendo dos grandes remos que tenía por brazos y que mecían la dichosa mezcla de un lado para otro.
Yo, en mi pequeñez, que se hacía más evidente al lado de tan augusta señora, sabía, que hiciera lo que hiciera, poco iba a gustarle a mi abuela Flora. Ella, lejos de animarme o andar con paños calientes, bien se encargaba de demostrarme que las cosas siempre se podían hacer mejor.
Sin embargo, aunque la temíamos más que a un nublado, pues armada con su estropajo, nada más vernos por la puerta, nos llevaba de cabeza al fregadero a repasarnos bien las manos, las orejas y por encima de la frente, donde el pelo encuentra su límite, no recuerdo yo vez, que de la mano de mis padres, entrando por aquella puerta grande, pesada y ornamentada de su casa en Luis de Lucena, en Guadalajara, no dejara de inhundarme la emoción por volver a verla.
A ella y al siempre enigmático Abuelo Fernando, que sentado en un sillón de orejas, con su puro en ristre y la mirada clavada en la lejanía, barajaba encima de la camilla sus cartas para hacer de nuevo otro solitario.
-"Dad un beso a Padre y a jugar al cuarto de la Sole", nos recomendaba, empujándonos hacia el señor mayor,canoso y bastante guapo que se sentaba de espaldas a la puerta y del que sólo veíamos su estela de humo.
Muy deprisa y sin mirarle siquiera, le plantábamos un beso en la mejilla al dueño de la casa, padre de nuestro progenitor y enigmático abuelo, al que jamás recuerdo dirigiéndonos la palabra.
Luego, cuando los mayores se sentaban alrededor de la camilla y los oíamos departir sobre buenas nuevas, mis hermanos y yo o bien entrábamos al cuarto de la Sole, mítica doncella, que entrada en años ya por entonces, ni recordábamos o al cuarto del tío Gonzalo y el tío Pepe.
Desempolvando las míticas caretas de esgrima que desde arriba nos miraban desafiantes o el montón de tebeos que se caían de viejos, buscábamos entre los tesoros escondidos en los armarios, algún vestigio arqueológico de nuestros mayores, de cuando eran niños, o aquellas joyas que la abuela nos había dicho que había escondido, no recordaba dónde, pero que era "trapo y no era trapo".
Enseguida, venía a buscarnos para darnos la merienda. Bocatas de medio kilómetro con mucho jamón y queso o con foi gras Mina que había que comerse tras lavarse las manos a conciencia.
Temblábamos, sobre todo mi pobre hermana, al recordar momentos dramáticos de su infancia, no tan lejanos en el tiempo, camino del baño y del famoso fregadero. Pues sabíamos de sobra que el momento de la verdad había llegado y que la inspección de manos, orejas y cara, no iba a dejar ni un churrete en su sitio.
Remangados y encomendándonos a los dioses de nuestra niñez, pasabamos revista a la inquisitiva mirada de una abuela, que no recuerdo yo que estuviera satisfecha nunca con nuestro aseo o nuestros pelos.
A fuerza de tirones y peine mojado con agua,lograba bajarle el remolino a mi hermano pequeño y a mi hermana, con no sé qué artimañas, conseguía, no sin sacarle gritos, gimoteos y lágrimas de cocodrilo, que sus ondulados cabellos se alisaran como alambres, pues era de ley en una señorita no llevar greñás y mucho menos ondas que alborotaran las ideas.
Lustrosos y doloridos, porque quien no tenía las manos peladas tenía lágrimas en los ojos, nos conducía a la cocina a merendar los bocadillos kilométricos.
De pie, no sin recomendarnos que jamás en jarras se ponen los brazos y que la frente debe estar ergida y mirando al frente, nos zampábamos las viandas, atentos a su ir y venir a una cocina con fogones de hierro, donde tenía un par de cazuelas de las que salía un olor que no he podido olvidar.
Iba y venía con un par de trapos en los pies, pues mientras andaba, no podía evitar dar brillo al suelo. Y lo hacía con tal fuerza y firmeza que tan sólo recuerdo una vez que se resbaló de tan raro empeño y de bruces vino a caerse por las escaleras. A resultas de aquella caída, no sólo se rompió una muñeca, sino quedó resentido su orgullo en más de una grieta, ya que buena reprimenda recibió de mi padre y mis tíos, pues edad no tenía ya para semejantes malabares.
Pero, si algo recuerdo de aquella mujer exigente, trabajadora, valiente y entregada a las labores de su casa, a sus hijos y nietos y empeñada como pocas en educar y enseñar a sus congéneres a hacer bien las cosas, era aquellos momentos que se permitía a si misma de descanso o de sinceridad, que tuve la suerte de compartir con ella y que atesoro como el mejor de los regalos.
Melancólica y casi siempre inspirada, parecía una niña rememorando a su abuelo Jaime, sus tiempos locamente enamorada de su primo aunque no la hiciera mucho caso o sus años de guerra, ayudando a sus vecinas a repartir leche entre las parturientas y niños de pecho, para rebañar luego el cacharro y beberse todo lo que quedara de lechera. Habitada por mi padre y una solitaria estaba ella en los últimos años de guerra, que si no se comió la tierra del suelo, fue tan sólo por la dignidad que no había perdido.
Poemas que escribió a su amado Fernando, ilusiones que nunca se hicieron realidad, como aquél viaje a Canarias que nunca hizo antes de morir y que hubiera llenado de sentido su vida. Pensamientos que compartió con su nieta, mientras me enseñaba a hacer un flan de huevo que nunca me gustó, pero que a todos volvía locos. Vida compartida en un fin de semana, que mi hermana y yo vivimos con ella y con el amado tío Gonzalo.
Por ganar el afecto de tan querido tío, mi hermana y yo competíamos por que nos prestara un poco de atención. Y si bien mi hermana lo conseguía a base de historietas, mis dibujos nunca lograron interesar a alma tan talentosa, y más de una lagrimita derramé yo en silencio, que vino a calmar la abuela, que lista como ninguna, al loro estaba de mis esfuerzos.
Mujer que no olvidaré y que no quiero recordar en sus últimos momentos, en los que cansada de la vida y sin saber muy bién quién éramos, no pudo despedirse de aquellos que tanto la admiramos en vida. Sin embargo, aún tenemos la esperanza de hacer realidad los consejos que tan útiles nos han sido en la vida.
Sirva esta entrada de blog, que la abuela nunca leería pues contraria a los tiempos y a la tecnología no supo nunca ni hacer una foto o poner la lavadora sin enfadarse con ella, lanzo mis palabras a la red para que encuentren su eco en las estrellas.
En alguna de ellas, seguramente, estará Flora sacando brillo al suelo con sus trapos en los pies.
Barriendo y haciendo la comida a su Fernando y al Tio Gilito y sin parar de regañarles porque no hacen nada a derechas.
Si miras un poco por la ventana, abuela, sabrás que hoy, tus nietos( que por cierto vamos saliendo todos adelante, por mucho que te extrañe) no te hicieron una misa por tus veinte años lejos de nuestras vidas, pero sí un merecido recuerdo entrañable te enviaron con todas aquellas frases que nos dejaste, para no olvidarte y e conviertas para quienes no te conocieron en lo que has sido siempre, en la mítica ABUELA GRUÑONA que todos adoramos.
Era la abuela una señora de negro, con el pelo azulado, con una onda que le partía de la sien hacia atrás. Vestía siempre de luto, casi riguroso, sobre todo desde que murío Padre y se permitía tan sólo un broche de media luna, que, a menudo, se prendía en el vestido o en una bufandita negra que se ataba al cuello y descansaba encima del pecho.
Se sentaba de frente, con las piernas juntas, como las "señoritas bien" que había conocido en su infancia y como mandaba el protocolo. No llevaba maquillajes, ni disfraces, siquiera la vi ponerse la máscara de la hipocresía o la mediocridad, enfrente de las visitas.
Andaba siempre con la cara lavada con agua y jabón, con la frente despejada y las ideas claras, no como las chicas de hoy en día, con demasiados pájaros en la cabeza y la mente llena de estúpidas ideas de emancipación de la mujer y de búsqueda de una misma.
-Las mujeres están para lo que están y tontas son las que se empeñan encima en trabajar fuera de casa, pues trabajo doble les tocará. Los hombres, por mucho que les enseñemos, poco han aprendido a lavar pañales o a hacer buenos guisos, de esos de alimento.
-"Una mujer como Dios manda es lo que tienes que ser tú", me recomendaba cuando veía que no me apañaba bien con la escoba o cuando se me caía la cuchara al dar vueltas a la masa de la empanada porque, ilusa de mi, me empeñaba en hacerlo con cuchara.
-La masa se hace con las manos, decía metiendo dos grandes remos que tenía por brazos y que mecían la dichosa mezcla de un lado para otro.
Yo, en mi pequeñez, que se hacía más evidente al lado de tan augusta señora, sabía, que hiciera lo que hiciera, poco iba a gustarle a mi abuela Flora. Ella, lejos de animarme o andar con paños calientes, bien se encargaba de demostrarme que las cosas siempre se podían hacer mejor.
Sin embargo, aunque la temíamos más que a un nublado, pues armada con su estropajo, nada más vernos por la puerta, nos llevaba de cabeza al fregadero a repasarnos bien las manos, las orejas y por encima de la frente, donde el pelo encuentra su límite, no recuerdo yo vez, que de la mano de mis padres, entrando por aquella puerta grande, pesada y ornamentada de su casa en Luis de Lucena, en Guadalajara, no dejara de inhundarme la emoción por volver a verla.
A ella y al siempre enigmático Abuelo Fernando, que sentado en un sillón de orejas, con su puro en ristre y la mirada clavada en la lejanía, barajaba encima de la camilla sus cartas para hacer de nuevo otro solitario.
-"Dad un beso a Padre y a jugar al cuarto de la Sole", nos recomendaba, empujándonos hacia el señor mayor,canoso y bastante guapo que se sentaba de espaldas a la puerta y del que sólo veíamos su estela de humo.
Muy deprisa y sin mirarle siquiera, le plantábamos un beso en la mejilla al dueño de la casa, padre de nuestro progenitor y enigmático abuelo, al que jamás recuerdo dirigiéndonos la palabra.
Luego, cuando los mayores se sentaban alrededor de la camilla y los oíamos departir sobre buenas nuevas, mis hermanos y yo o bien entrábamos al cuarto de la Sole, mítica doncella, que entrada en años ya por entonces, ni recordábamos o al cuarto del tío Gonzalo y el tío Pepe.
Desempolvando las míticas caretas de esgrima que desde arriba nos miraban desafiantes o el montón de tebeos que se caían de viejos, buscábamos entre los tesoros escondidos en los armarios, algún vestigio arqueológico de nuestros mayores, de cuando eran niños, o aquellas joyas que la abuela nos había dicho que había escondido, no recordaba dónde, pero que era "trapo y no era trapo".
Enseguida, venía a buscarnos para darnos la merienda. Bocatas de medio kilómetro con mucho jamón y queso o con foi gras Mina que había que comerse tras lavarse las manos a conciencia.
Temblábamos, sobre todo mi pobre hermana, al recordar momentos dramáticos de su infancia, no tan lejanos en el tiempo, camino del baño y del famoso fregadero. Pues sabíamos de sobra que el momento de la verdad había llegado y que la inspección de manos, orejas y cara, no iba a dejar ni un churrete en su sitio.
Remangados y encomendándonos a los dioses de nuestra niñez, pasabamos revista a la inquisitiva mirada de una abuela, que no recuerdo yo que estuviera satisfecha nunca con nuestro aseo o nuestros pelos.
A fuerza de tirones y peine mojado con agua,lograba bajarle el remolino a mi hermano pequeño y a mi hermana, con no sé qué artimañas, conseguía, no sin sacarle gritos, gimoteos y lágrimas de cocodrilo, que sus ondulados cabellos se alisaran como alambres, pues era de ley en una señorita no llevar greñás y mucho menos ondas que alborotaran las ideas.
Lustrosos y doloridos, porque quien no tenía las manos peladas tenía lágrimas en los ojos, nos conducía a la cocina a merendar los bocadillos kilométricos.
De pie, no sin recomendarnos que jamás en jarras se ponen los brazos y que la frente debe estar ergida y mirando al frente, nos zampábamos las viandas, atentos a su ir y venir a una cocina con fogones de hierro, donde tenía un par de cazuelas de las que salía un olor que no he podido olvidar.
Iba y venía con un par de trapos en los pies, pues mientras andaba, no podía evitar dar brillo al suelo. Y lo hacía con tal fuerza y firmeza que tan sólo recuerdo una vez que se resbaló de tan raro empeño y de bruces vino a caerse por las escaleras. A resultas de aquella caída, no sólo se rompió una muñeca, sino quedó resentido su orgullo en más de una grieta, ya que buena reprimenda recibió de mi padre y mis tíos, pues edad no tenía ya para semejantes malabares.
Pero, si algo recuerdo de aquella mujer exigente, trabajadora, valiente y entregada a las labores de su casa, a sus hijos y nietos y empeñada como pocas en educar y enseñar a sus congéneres a hacer bien las cosas, era aquellos momentos que se permitía a si misma de descanso o de sinceridad, que tuve la suerte de compartir con ella y que atesoro como el mejor de los regalos.
Melancólica y casi siempre inspirada, parecía una niña rememorando a su abuelo Jaime, sus tiempos locamente enamorada de su primo aunque no la hiciera mucho caso o sus años de guerra, ayudando a sus vecinas a repartir leche entre las parturientas y niños de pecho, para rebañar luego el cacharro y beberse todo lo que quedara de lechera. Habitada por mi padre y una solitaria estaba ella en los últimos años de guerra, que si no se comió la tierra del suelo, fue tan sólo por la dignidad que no había perdido.
Poemas que escribió a su amado Fernando, ilusiones que nunca se hicieron realidad, como aquél viaje a Canarias que nunca hizo antes de morir y que hubiera llenado de sentido su vida. Pensamientos que compartió con su nieta, mientras me enseñaba a hacer un flan de huevo que nunca me gustó, pero que a todos volvía locos. Vida compartida en un fin de semana, que mi hermana y yo vivimos con ella y con el amado tío Gonzalo.
Por ganar el afecto de tan querido tío, mi hermana y yo competíamos por que nos prestara un poco de atención. Y si bien mi hermana lo conseguía a base de historietas, mis dibujos nunca lograron interesar a alma tan talentosa, y más de una lagrimita derramé yo en silencio, que vino a calmar la abuela, que lista como ninguna, al loro estaba de mis esfuerzos.
Mujer que no olvidaré y que no quiero recordar en sus últimos momentos, en los que cansada de la vida y sin saber muy bién quién éramos, no pudo despedirse de aquellos que tanto la admiramos en vida. Sin embargo, aún tenemos la esperanza de hacer realidad los consejos que tan útiles nos han sido en la vida.
Sirva esta entrada de blog, que la abuela nunca leería pues contraria a los tiempos y a la tecnología no supo nunca ni hacer una foto o poner la lavadora sin enfadarse con ella, lanzo mis palabras a la red para que encuentren su eco en las estrellas.
En alguna de ellas, seguramente, estará Flora sacando brillo al suelo con sus trapos en los pies.
Barriendo y haciendo la comida a su Fernando y al Tio Gilito y sin parar de regañarles porque no hacen nada a derechas.
Si miras un poco por la ventana, abuela, sabrás que hoy, tus nietos( que por cierto vamos saliendo todos adelante, por mucho que te extrañe) no te hicieron una misa por tus veinte años lejos de nuestras vidas, pero sí un merecido recuerdo entrañable te enviaron con todas aquellas frases que nos dejaste, para no olvidarte y e conviertas para quienes no te conocieron en lo que has sido siempre, en la mítica ABUELA GRUÑONA que todos adoramos.
domingo, 1 de enero de 2012
Queridos Reyes Magos
Queridos Reyes Magos:
Perdonad la tardarza de mi carta, casi no llego este año. Pero, al final he encontrado un reducto en mi tiempo y os escribo desde el ordenador. Es verdad que es más romántico hacerlo con papel y pluma, pero, qué queréis, creo recordar que tenía una en alguna parte, pero no puedo recordar dónde la metí. Así que he acabado claudicando a mis tiempos y me he sentado frente a unas teclas.
No os preocupéis, aun con todo, soy la de todos los años. Un poco más mayor y más madre, pero la misma en líneas generales. Que a estas alturas de la vida, como le decía a un viejo amigo por teléfono, es un valor añadido.
Y os escribo desde aquí, desde España. Sí, hombre, ese país que va a pique y que está luchando con uñas y dientes para seguir adelante, como el resto de los países que dan al Mediterráneo, en la línea entre los países del primero y del tercer mundo, esos que bien pudieran llamarse el segundo mundo.
Bueno, pues eso, queridos Magos, que os escribe la de siempre, desde su ordenador portátil, desde el segundo mundo, en paro, con un montón de deudas y con una hipoteca que pagar todos los meses, pero contenta, porque al menos todos estamos bien y tenemos todavía ganas de celebrar la navidad.
Como este año ni tiempo he tenído para ser mala, pues entre engordar quince kilos, la acidez de estómago, las malas digestiones, las noches sin dormir con una barriga que daba patadas y luego parir a mi niño. Entre, recuperarme, perder los quince kilos, darle de comer, cambiar los pañales, quedarme sin dormir, pasarme de preocupación y de esfuerzo. Por no contaros la de juguetes que he recogido del suelo y he puesto en las estanterías, una y otra vez, o la cantidad de veces que he ido a por mi hijo mayor al cole, a casa de un amiguito a buscarle o a otro cumpleaños de uno de sus compañeros, pues he pensado que tenía derecho a pedir algo.
Por eso, y porque en el fondo siempre he sido buena persona, me he permitido pediros alguna que otra cosa que, si no os parece mal, considero que no estaría de más, que dejárais este año en mis zapatos. Los viejos marrones, esos que se le marcan el juanete, porque son de hace lo menos tres temporadas.
Este año quería pediros que no suba demasiado el IVA, ni los impuestos. Que nos rebajen más los sueldos, pues entre lo que tenemos que pagar, lo que tenemos hipotecado y lo que valen los filetes, mi pobre marido ya no da más de sí.
Yo no hago más que prescindir de las rebajas, de cambiar las alfombras o poner los muebles de mi cuarto. Voy con los vaqueros medio rotos y no me he permitido ni una mala bufanda, pues no hay presupuesto ya, pero considero que de vez en cuando llevar a los niños al cine, a comer por ahí o hacer alguna que otra escapada, no estaría mal para hacer una pausa en la rutina y en el devenir de la vida.
Así que os pediría que en cuestiones económicas, aunque andamos muy achuchaos, nos quedáramos como estamos. Pues este año, aunque hemos ido al super más barato y nos hemos privado de chocolates y fiambres variados, al menos nos ha dado el estipendio para algún que otro dispendio, y sin haberlo pretendido un pareado me ha salido...
Os pediría también que si hubiera algo más de trabajo, lo mismo hasta podría yo participar en el reparto, pues no pido yo un trabajo bien remunerado, pero unos cuantos euros más al mes, bien podrían servirnos para salir un poco más airosos adelante.
Estoy pensando que entonces me tendriáis que traer un poco más de tiempo. Tiempo para mi, para que pudiera utilizarlo para ganar algunos euros mientras cuido de un pequeñajo que ya se sale de la cuna y gatea del salón a la cocina buscando a su madre y un poco de comida.
Así que traer en el camello algo más de tiempo extra. Puestos a pedir, estoy pensando que hace año y medio que no me corto el pelo en una peluquería y más de cinco meses que no voy al ginecólogo o tres años al médico de la espalda, porque no tengo con quién dejar a los niños. Dos años que no voy al cine, ocho que no salgo con amigos y sin niños y por lo menos cinco que no voy a un spa de esos para relajarme un poco.
Vamos que, estoy pensando, que me estoy pasando un poco con las exigencias, ¿no?.
Y eso que no me he liado a pediros lo que realmente más importa, que es un poco de salud repartida para toda mi familia en este año. Entre catarros, virus que no tienen solución, dolores de espalda propios y ajenos, no levantamos cabeza el año pasado.
Como se han multiplicado las posibilidades, cuando no era Miguel el que se ponía malito y no podía ir al colegio, era su madre la que no podía llevarle o su padre el que baldado, se quedaba en cama cerca de una semana. Por no hablar de enfermedades mayores, que ni mentarlas queremos los ciudadanitos de a pie. Ni eso ni las posibles dolencias de nuestros mayores, que las abuelas algo cascadas están ya. Que les quede todavía mucha guerra que dar y nosotros que lo veamos, pues estamos entrando ya en una edad...
En fín, no me enrollo más, que tengo que hacer la cena.
Por cierto, si venís el día 6 que no sea muy pronto, por favor, que para un dia de fiesta que tenemos, nos gustaría levantarnos más allá de las siete y media, que es más o menos cuando se despierta mi hijo porque ya es de día. Quizá esté el salón hecho un desastre y los juguetes por el suelo, tened cuidado de no resbalar. Quien avisa no es traidor.
Me despido con la firme promesa de seguir escribiendo esta carta que nos obliga cada año a revisar nuestros deseos.
El primer paso para conseguirlos, quizá sea formularlos. Quien sabe si para que se hagan realidad algún día...
Un abrazo para los tres y os esperamos el día cinco.
Perdonad la tardarza de mi carta, casi no llego este año. Pero, al final he encontrado un reducto en mi tiempo y os escribo desde el ordenador. Es verdad que es más romántico hacerlo con papel y pluma, pero, qué queréis, creo recordar que tenía una en alguna parte, pero no puedo recordar dónde la metí. Así que he acabado claudicando a mis tiempos y me he sentado frente a unas teclas.
No os preocupéis, aun con todo, soy la de todos los años. Un poco más mayor y más madre, pero la misma en líneas generales. Que a estas alturas de la vida, como le decía a un viejo amigo por teléfono, es un valor añadido.
Y os escribo desde aquí, desde España. Sí, hombre, ese país que va a pique y que está luchando con uñas y dientes para seguir adelante, como el resto de los países que dan al Mediterráneo, en la línea entre los países del primero y del tercer mundo, esos que bien pudieran llamarse el segundo mundo.
Bueno, pues eso, queridos Magos, que os escribe la de siempre, desde su ordenador portátil, desde el segundo mundo, en paro, con un montón de deudas y con una hipoteca que pagar todos los meses, pero contenta, porque al menos todos estamos bien y tenemos todavía ganas de celebrar la navidad.
Como este año ni tiempo he tenído para ser mala, pues entre engordar quince kilos, la acidez de estómago, las malas digestiones, las noches sin dormir con una barriga que daba patadas y luego parir a mi niño. Entre, recuperarme, perder los quince kilos, darle de comer, cambiar los pañales, quedarme sin dormir, pasarme de preocupación y de esfuerzo. Por no contaros la de juguetes que he recogido del suelo y he puesto en las estanterías, una y otra vez, o la cantidad de veces que he ido a por mi hijo mayor al cole, a casa de un amiguito a buscarle o a otro cumpleaños de uno de sus compañeros, pues he pensado que tenía derecho a pedir algo.
Por eso, y porque en el fondo siempre he sido buena persona, me he permitido pediros alguna que otra cosa que, si no os parece mal, considero que no estaría de más, que dejárais este año en mis zapatos. Los viejos marrones, esos que se le marcan el juanete, porque son de hace lo menos tres temporadas.
Este año quería pediros que no suba demasiado el IVA, ni los impuestos. Que nos rebajen más los sueldos, pues entre lo que tenemos que pagar, lo que tenemos hipotecado y lo que valen los filetes, mi pobre marido ya no da más de sí.
Yo no hago más que prescindir de las rebajas, de cambiar las alfombras o poner los muebles de mi cuarto. Voy con los vaqueros medio rotos y no me he permitido ni una mala bufanda, pues no hay presupuesto ya, pero considero que de vez en cuando llevar a los niños al cine, a comer por ahí o hacer alguna que otra escapada, no estaría mal para hacer una pausa en la rutina y en el devenir de la vida.
Así que os pediría que en cuestiones económicas, aunque andamos muy achuchaos, nos quedáramos como estamos. Pues este año, aunque hemos ido al super más barato y nos hemos privado de chocolates y fiambres variados, al menos nos ha dado el estipendio para algún que otro dispendio, y sin haberlo pretendido un pareado me ha salido...
Os pediría también que si hubiera algo más de trabajo, lo mismo hasta podría yo participar en el reparto, pues no pido yo un trabajo bien remunerado, pero unos cuantos euros más al mes, bien podrían servirnos para salir un poco más airosos adelante.
Estoy pensando que entonces me tendriáis que traer un poco más de tiempo. Tiempo para mi, para que pudiera utilizarlo para ganar algunos euros mientras cuido de un pequeñajo que ya se sale de la cuna y gatea del salón a la cocina buscando a su madre y un poco de comida.
Así que traer en el camello algo más de tiempo extra. Puestos a pedir, estoy pensando que hace año y medio que no me corto el pelo en una peluquería y más de cinco meses que no voy al ginecólogo o tres años al médico de la espalda, porque no tengo con quién dejar a los niños. Dos años que no voy al cine, ocho que no salgo con amigos y sin niños y por lo menos cinco que no voy a un spa de esos para relajarme un poco.
Vamos que, estoy pensando, que me estoy pasando un poco con las exigencias, ¿no?.
Y eso que no me he liado a pediros lo que realmente más importa, que es un poco de salud repartida para toda mi familia en este año. Entre catarros, virus que no tienen solución, dolores de espalda propios y ajenos, no levantamos cabeza el año pasado.
Como se han multiplicado las posibilidades, cuando no era Miguel el que se ponía malito y no podía ir al colegio, era su madre la que no podía llevarle o su padre el que baldado, se quedaba en cama cerca de una semana. Por no hablar de enfermedades mayores, que ni mentarlas queremos los ciudadanitos de a pie. Ni eso ni las posibles dolencias de nuestros mayores, que las abuelas algo cascadas están ya. Que les quede todavía mucha guerra que dar y nosotros que lo veamos, pues estamos entrando ya en una edad...
En fín, no me enrollo más, que tengo que hacer la cena.
Por cierto, si venís el día 6 que no sea muy pronto, por favor, que para un dia de fiesta que tenemos, nos gustaría levantarnos más allá de las siete y media, que es más o menos cuando se despierta mi hijo porque ya es de día. Quizá esté el salón hecho un desastre y los juguetes por el suelo, tened cuidado de no resbalar. Quien avisa no es traidor.
Me despido con la firme promesa de seguir escribiendo esta carta que nos obliga cada año a revisar nuestros deseos.
El primer paso para conseguirlos, quizá sea formularlos. Quien sabe si para que se hagan realidad algún día...
Un abrazo para los tres y os esperamos el día cinco.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
HOLA A TODOS, CUARENTONES Y DEMÁS ANIMALES...
QUERIDOS CIBERNAUTAS.
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...
CONFIESO QUE ME HE LANZADO SIEMPRE A LAS MÁS TREPIDANTES AVENTURAS. HOY EMPIEZO OTRA, QUE PARA MÍ ES DE LO MÁS INTERESANTE Y ARRIESGADA: ESCRIBIR MIS IMPRESIONES Y MI VIDA POR INTERNET.
¿YO?. YO, QUE SOY CARNE DE DIARIOS ESCRITOS A PLUMA Y RATÓN DE BIBLIOTECA. YO, QUE ANTES DE BUSCAR UN DATO EN EL GOOGLE, SOY CAPAZ DE REVOLVER LA CASA ENTERA PARA ENCONTRARLO EN MIS LIBROS...
SIN EMBARGO, AHORA QUE ESTOY YA EN EDAD DE MADURAR, AHORA QUE HAY QUE IR CON LOS TIEMPOS Y QUE PARECE INEVITABLE EL DECLIVE, BUSCO UNA MANERA DE ENTENDER LA REALIDAD, UNA ALTERNATIVA A DEJARSE LLEVAR POR LO INEVITABLE.
PUEDE PARECER FRÍVOLO O IRREVERENTE, PERO CON MIS CUARENTA AÑOS, ME GUSTARÍA PENSAR QUE AÚN PUEDO APRENDER ALGO DE LA AVENTURA DE VIVIR.
COMO OS DIGO, DISPUESTA A LOS CUARENTA Y A LOS QUE ME ECHEN...